Malas Madres, en consecuencia, un enigma | Chelsea Culprit
por Sandra Sánchez
En Lulu
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Malas madres es la más reciente exposición de Chelsea Culprit, en Lulu. El título sugiere una relación entre lo humano y lo vegetal: hay una planta llamada así. La tensión entre ambos mundos no se reduce al nombre; para la producción de esta serie, Culprit mira por su ventana la vida en el bosque y la deja pasar por su ojo, que guía el trazo. Las piezas se liberan de un posible mimetismo cuando la artista interrumpe el proceso de observación y da rienda suelta a su imaginación y a su deseo, escapando del mundo natural, supuestamente dado.
En los lienzos vemos manos con uñas largas, plantas, máscaras, objetos del estudio (una lámpara, quizá) y tacones con llamas dibujadas que evocan la vida sexual nocturna. Aunque los formatos de las tres piezas son cuadrados o rectangulares, la fuerza predominante es vertical: los elementos cuelgan, se suspenden y caen, sin tocar horizonte alguno. Quedarse con la descripción literal de las figuras es injusto para las obras, los elementos generan una tensión que ofrece un enigma a la mirada, parecido a un ambiente que se percibe y se pierde ante cualquier reducción lingüística. Si siente temor ante la mística, deténgase y piense más bien en lo inefable, en su captura por sus efectos.
Chelsea llega a la exposición con una chamarra de piel negra, pienso en los tacones trazados y en la estética nightclub, tan característica en su trabajo. No es indispensable hacer una entrevista, no estamos ante una producción que necesite al texto y al discurso como componentes equivalentes al objeto. Merodeamos un poco, ella toma la iniciativa y me cuenta que inició la serie dentro de una cabaña. Algunos lienzos tienen el alto de ese lugar, que mide un poco más que su propia estatura. El trabajo se realizó a lado de una ventana que daba a una vista arbolada. Chelsea elaboró sus propios carboncillos con la madera del lugar, por eso la forma y la anchura de las líneas no es constante. Observando detalladamente, podemos detectar cuando el carbón se quiebra y altera el ritmo de la composición.
Si bien es interesante el uso de los materiales, éstos no responden sólo a un entorno, también forman parte de una intencionalidad particular:
“estas obras no tienen pintura, solo la energía del movimiento, cosas que están ahí pero no tienen forma. Es especial tener esta exposición en este tiempo en el calendario por la conciencia que tenemos de los espíritus que están siempre en el mundo físico. Nosotros tenemos cuerpos, ellos no, pero están con nosotros”.
Cuando pregunto a la artista si existe algún tipo de transtextualidad en las máscaras, me confirma algo que intuía: son fantasmas. Poco importa aclarar si estamos pensando en entidades metafísicas o en la relación espectral que tenemos con la naturaleza, las obras mismas no están interesadas en realizar una declaración al respecto, su potencia radica en la pregunta que levantan sobre la postura de nuestro cuerpo respecto a lo desconocido.
Chelsea Culprit “Elastic Chimeras Unbound and Regenerating”, 2019. Carbón sobre tela, Cortesía de Lulu
Hay otro elemento constante en los lienzos; no sólo está presente, también es activo: la mano. Chelsea duda un poco, como si su rol no estuviera tan claro, después comenta:
“la mano es una extensión de nuestra forma de expresión y de comunicación, también es lo que toma y lo que da, el lugar en donde los procesos suceden."
El dar y el tomar me permiten ver un tono sadomasoquista en las pinturas. No una violencia nauseabunda, sino un jugueteo lleno de placer y goce por igual.
Chelsea piensa que hay piezas de la serie, que no están expuestas, en donde el acento sadomasoquista es más explícito. Su postura se aleja de cualquier cliché, interpreta al sadomasoquismo desde un marco que problematiza la relación entre naturaleza y cultura, despojando al término de cualquier carácter polar o patológico:
“La cultura (las actividades humanas que expresan identidad como el gobierno, el comercio, la ganadería) disminuye rápidamente cuando se está en un territorio yermo. El espacio en el que trabajé era así, agreste e intacto; es un bosque preservado, lo han dejado en paz desde hace 250 años. La pregunta de quién está en el poder es parte del sadomasoquismo, pero también la borradura total de la conciencia humana como especie. Nos sentimos diferentes de otros animales y de otras plantas, cuando en realidad tenemos relaciones simbióticas con ellos”.
La conversación con la artista hace evidente la potencia del enigma que sostiene su producción. Si bien la primera entrada a los lienzos es la belleza (del trazo, de las figuras, de lo irreconocible, del contraste entre el crudo y el negro), el segundo momento puede multiplicarse y encausar discusiones sobre problemáticas que los cuadros mismos contienen. Por ello, recomiendo ir a ver la exposición suspendiendo momentáneamente el juicio. Observarla como si fuera un apunte sobre una experiencia lejana pero conocida: evocar el misterio de las malas madres que habita en todas nosotras.
Vista de sala, Chelsea Culprit, Malas Madres, 2019, Lulu. Cortesía de Lulu