Los temas son pretextos. Entrevista a Gonzalo García
por Sofía Ortiz
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Desde que me senté a platicar con Gonzalo García, hay una palabra que retumba en mi cabeza, cual cuetes durante el festejo de San Judas Tadeo: repertorio. El repertorio –término acuñado por Richard Wollheim, introducido a mí vía Gonzalo y descompuesto aquí una vez más para ustedes– es el bagaje específico de cada artista, que surge de su biografía, su herencia, su contexto socio-político, es decir, la identidad que deposita en una acción creativa, en una marca sobre el lienzo. Esa es la razón por la cual un artista de treinta y seis años regresa a los cuadros que hacía a los veintitrés. Concientizar el repertorio desdibuja el límite entre la vida y la obra.
Disculpen si inmediatamente me clavo en lo más intenso del trabajo de Gonzalo. Quizá sería mejor comenzar en territorio anecdótico y familiar: un taller ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, compartido con otros artistas; pisos de madera y una luz cálida; un espacio ordenado y dedicado al trabajo. Gonzalo combina con sus piezas: viste de negro con una gorra rosa pálido. Noto que lleva varios años trabajando con la misma paleta y me dice que sí, que cada vez la entiende más.
Lo primero que me atrae de los cuadros de Gonzalo es el placer de verlos: la aplicación de la marca es engañosamente ligera y al mismo tiempo explícitamente sensual. Los ojos van saltando de una línea a una mancha, de una mancha a un espacio, con un ritmo especial. De repente, las imágenes en sí se manifiestan –imágenes tensas, preñadas de narrativa– y frenan el brincoteo ocular: dos figuras abrazándose y desapareciendo, guirnaldas de flores carnosas, camas de hospital, miembros descompuestos, un papel tapiz desvanecido. Heridas en el canvas. Muertes.
GG: Desde 2018 llevo trabajando una serie, Incendios, que se divide en dos: los bouquets y la narrativa de las mujeres. La serie nace del libro Al filo del agua de Agustín Yáñez. Es una ficción de un México prerrevolucionario, sin embargo, Yáñez describe un festejo real: en Semana Santa, los pueblos del centro de México decoran el interior de sus casas con velas y flores. Vistos a través de una ventana, parecen incendios. A partir de esta imagen comencé a generar una ficción propia: la historia de dos mujeres que colisionan y se polinizan. Una muere y de su muerte algo más nace.
Gonzalo García, La cama y la niña I, 2021
Yo conocí a Gonzalo cuando éramos unos beibis en el FONCA. Ahora, conversando en su taller, intento ser formal: cuando pintabas cuadros... explícitos... Lo que quiero decir es que me acuerdo de los pitos; cuadros monumentales, de cuerpos expuestos, sexualizados y violentados. Pero eso fue hace mucho tiempo. En los últimos años, la metodología de Gonzalo consiste en una investigación profunda a partir de archivos históricos: el de 1968, el Halconazo, Echeverría, entre otros. Le interesa la posibilidad de pintar para sumar imágenes que completan o complejizan el archivo histórico. Sin embargo, fue un parteaguas empezar a trabajar desde un cuento y no desde la investigación. Es curioso cómo el artista, aun siendo dueño de su obra, descubre que hay cosas en ella que no se había permitido hacer (o deshacer).
GG: Pienso en mi pintura no como una referencia a algún tema, sino como pintura en sí misma. Tomo prestados elementos de otros temas y luego los convierto en el pretexto de mi propia obra. Conforme madura mi chamba me doy cuenta de que la pintura es más importante que los pretextos para hacerla. La obra dicta la búsqueda.
Saca el libro de Richard Wollheim, La pintura como arte. Dice que me lo va a prestar, pero (todavía) no lo hace. Wollheim sostiene que una obra no sólo se lee a partir de su materialidad, sino también a partir de la intención del artista: lo que vivió, pero también lo que pensó y sintió, lo que heredó.
GG: Para que la pintura sea honesta tiene que alinearse con tu repertorio. ¿Qué tanto lo utilizas? Si yo deposito el hecho de ser hombre, blanco y privilegiado en mi trabajo, complejizo mi obra. Mis piezas cada vez responden más a mi vida. Mi abuela hacía boquetes de resina; yo pinto boquetes. Lo pienso todo el tiempo. La pintura cada vez se acerca más a mi vida y mi vida a la pintura; antes era una relación más distanciada. Ahora mis personajes responden a mi propia vivencia para volverse más reales.
Gonzalo García, La asimilación (El beso), 2021
GG: Para mi proyecto actual del FONCA, estoy haciendo una revisión de pelis de los setenta y ochenta, pelis que pasaban en el Canal 5 y que me marcaron muy cabrón. Me clavé en cómo construimos nuestra percepción de la realidad a partir de la cultura pop: entendemos las relaciones afectivas a partir de los medios visuales que consumimos. El director que más me gusta es Arturo Ripstein; me interesa mucho cómo refleja la tensión narrativa en los espacios domésticos. Por ejemplo, en El castillo de la pureza, la madre vive encerrada en un cuarto pristino con un papel tapiz de plumas de avestruz, todo para complacer al padre. Los seres humanos no estamos hechos para estar encerrados. Así, replantea los espacios domésticos como espacios hostiles.
Por otro lado, hay un momento de sincronicidad. El tacto, el contagio y el encierro son temas que acechan las periferias de su obra, incluso desde antes de la pandemia; sin embargo, no creo que sea coincidencia, ya que hablar con Gonzalo es caer en cuenta de su profunda sensibilidad hacia el mundo que lo rodea. Esa empatía se ve reflejada en los personajes que pinta, en su mayoría mujeres, algunas andróginas, así como autorretratos. Gonzalo pinta mujeres no desde una respuesta al feminismo, sino más bien desde su propio repertorio. Criado por mujeres, y cómo hombre cuir, siente una complicidad con la vulnerabilidad femenina, con el rol de las mujeres como cuidadoras y ejes familiares. Gonzalo también desempeña un papel de cuidador dentro de su comunidad artística. Su taller funciona como un espacio de residencia que alberga a un artista joven por mes en la CDMX. También es fundador, junto con Gerardo Muñoz, de La Guerrera, un proyecto artístico y curatorial independiente que difunde arte emergente.
Gonzalo García, La aparición, 2021
Regreso a los cuadros que tengo enfrente. Los veo y me imploran que pregunte:
SO: ¿Crees que algún día abandonarás la figuración?
Gonzalo se ríe.
SO: Es que se empieza a ver, en algunos lugares... ¿Cómo es tu relación con la figura?
GG: En los últimos años ha regresado la figuración. Después de diez años de abstracción y veinte de arte conceptual, la gente la siente nueva. Sin embargo, creo que lxs artistas deben entender la figura desde otro lado, desde su capacidad de responder a procesos más complejos, como el repertorio. En la pintura, la tendencia es hacia lo impersonal, por ejemplo, hombre pintando mujeres en telas. La pintura figurativa se encuentra ante una oportunidad de refrescarse, de ir más allá de una estética, tiene que hacerlo si pretende sobrevivir al estar de moda. Cuando estas de outsider propones, pero nadie te voltea a ver; cuando estás en el foco, la propuesta tiene que ser fuerte. Llevo trece años como pintor figurativo, no por poner mis cuadros en una galería, sino por una cuestión de resistencia y compromiso. Cuando se acabe la ola de la moda figurativa, ¿cómo voy a defender mi obra? Eso nos tiene que interesar a todas las que hacemos pintura.
Y luego Gonzalo hace algo que no me había pasado antes en una entrevista: me hace preguntas. Las sigo pensando. ¿Cuál es mi repertorio?, ¿está en la obra?, ¿cómo la voy a defender?