Los fantasmas de una imagen: "Reducción" de Adrián Galindo
por Verana Codina
En Nixxxon
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Desde su creación en 2016, Nixxxon ha sido una plataforma de exposición, investigación y difusión, dedicada al arte contemporáneo, que ha itinerado en diferentes espacios. Ahora, después de una pausa, el proyecto está de regreso con una nueva exposición a cargo de Adrián Galindo.
Reducción, como bien sugiere el título, restringe a una selección de seis piezas un cuerpo de obra de más de 100 fotografías tomadas durante un periodo de cuatro años, entre el 2016 y el 2020.
Las reducciones suceden cuando las fotografías son manipuladas análoga o digitalmente por el artista, hasta lograr tal distorsión que se torna casi imposible su reconocimiento inicial. La información contenida en la fuente original se modifica a un grado en el que incluso se puede hablar de la creación de un nuevo producto. Un upcycling de imágenes que como fantasmas intentan resucitar y conservar —momentáneamente— la memoria de su pasado.
Las fuentes primarias provienen de fotografiar diversos soportes como pantallas, revistas y libros. Su contenido abarca distintos campos, entre ellos: moda, paisaje, arquitectura, bodegones, naturalezas muertas y corporalidades. Las imágenes son tan aleatorias y plurales que, si encima les sumamos la distorsión, damos con que su identidad se ve comprometida ante la posibilidad de ser cualquier cosa.
Adrián Galindo, vista de la exposición Reducción, Nixxxon, 2021. Cortesía de Nixxxon.
A pesar de su abstracción, de sus borrones o desfigures, Reducción 83 me resultó familiar. Tal vez se debió a que de todas, aquella era la más ‘figurativa’ y, por lo tanto, la más sencilla de descifrar. Entre las ondas ocasionadas por la liquidez del efecto, alcancé a distinguir —o quise distinguir— lo que parecía ser el torso de una mujer reposando sobre una superficie. Sus brazos estirados cubren parcialmente su rostro y está rodeada por manchas azul cielo. Ahí mismo, me di cuenta de que la imagen coincidía en mi mente con un acercamiento de El nacimiento de Venus, una obra del pintor academicista Alexandre Cabanel. Fue curioso reparar en que la versión almacenada en mi memoria no solo aparecía como un detalle de la pintura, sino que ocupaba un espacio y momento en particular: el dashboard de mi perfil de tumblr.
Tan pronto salí de la exposición tomé mi celular y busqué entre mis apps abandonadas el ícono de esta plataforma. Ingresé a mi cuenta y scrolleé hasta que retrocedí a principios del 2016. Después de algunos reblogueos, conseguí ubicar finalmente el fragmento de pintura que me sugirió la foto de Galindo.
¿Qué posibilidad existe de que mi referencia y la del artista compartan un espacio-tiempo mental y digital?
“Algunas cuantas”, pensé. Sobre todo, después de haber notado que el año en el que reblogueé esta entrada coincidía con aquel en el que Adrián comenzó con sus Reducciones. A su vez, al buscar información sobre el artista en internet, aún aparecía el tumblr como su único website oficial.
En fin, probablemente mi teoría es incorrecta y la fotografía no proceda de esa imagen, pero la sospecha me dejó pensando en las relaciones semánticas que guardan y en cómo, a partir de su reproducción, distribución y circulación, construyen un imaginario público, compartido.
Hito Steyerl, en su ensayo En defensa de la imagen pobre*1, describiría esta serie de asociaciones —o coincidencias— como una reconexión de públicos dispersos, enlazados por la circulación de un material descartado, “una imagen que ha sido subida, descargada, compartida, reformateada y reeditada”.*2 Por lo tanto, la posibilidad de vinculación entre mis referentes de ese año y los del artista es factible en un mundo en el que nuestro encuentro con las imágenes existe en relación con su reproductibilidad, su copia, su manipulación y su transitoriedad. Las imágenes llegan, se dispersan en temporalidades fracturadas y regresan, reapropiadas.
Adrián Galindo, vista de la exposición Reducción, Nixxxon, 2021. Foto: Verana Codina
Retomar una imagen que ya existe y alterar conscientemente su versión original, la acelera, pero no la deteriora del todo. Reconfigura esa primera imagen, redistribuye su información; la recicla. La abstrae, la reduce, la disfraza; una trampa. Su falta de definición —o figuración— no le resta valor, al contrario, le suma. Una pérdida sustancial de información visual en las imágenes produce borrones, degradados y distorsiones. En este sentido, las reducciones de Adrián Galindo son imágenes pobres*3, aunque enriquecidas.
*1: Steyerl, Hito. “En Defensa De La Imagen Pobre”. Ensayo en Los Condenados De La Pantalla, 1era ed., 33–48. Caja negra, 2014.
*2: Ibid 34
*3: Según Hito Steyerl, una imagen pobre es aquella que desde un enfoque materialista se opone a imágenes en alta resolución. La imagen ha perdido calidad, va “ … viajando a presión en lentas conexiones digitales, comprimida, reproducida, ripeada, remezclada, copiada y pegada en otros canales de distribución”. En la lectura de Steyerl, la glorificación de la resolución y la alta definición refuerza los valores y modelos de representación de los centros dominantes de la producción audiovisual y, por esta razón, reivindica el lugar de la imagen pobre como una resolución a las imágenes globalizadas, los medios y visualidades hegemónicas que luchan por perpetuar las configuraciones de poder neoliberales.