Lo real y lo imaginario, un pacto de ficción: 'Folies' de Eva Jospin
por Jimena Cervantes
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Revelar el hechizo,
entrar en el juego,
sostener el pacto.
Érase una vez, en las ruinas de un bosque, el origen de un mundo perdido. El primero de los días se colocó por debajo del siguiente, capa tras capa se acumuló la memoria del mundo perdido haciendo de este un asunto siempre inacabado.
La galería Mariane Ibrahim recibe a la artista francesa Eva Jospin con la exposición Folies. La exhibición se divide en varias salas, todas separadas entre sí. Lo primero que observé fue una serie de dibujos; trazos de líneas finísimas en las que sentí estar viendo la radiografía de un paisaje. Junto a estos dibujos a gran escala, hay una pequeña pieza que llamó en especial mi atención, una suerte de tríptico de ventanas de cristal superpuestas en las que se repite el mismo paisaje, pero evidenciando que está compuesto por capas, todas diferentes, todas vivas. Desde allí comencé a intuir que las ideas de volumen y profundidad serían importantes.
Poco a poco me dí cuenta de que para introducirme en el universo de la artista tenía que ver con otros ojos, procurar una intimidad con los materiales más que con la representación. Jospin trabaja desde distintos formatos, dibujo, escultura, bordado e instalación, en todos se percibe una insistencia, quizá más bien la intuición de que toda repetición está cargada de singularidad y cada patrón alberga una diferencia que no invoca a la identidad como elemento primero.
Eva Jospin, Galleria, 2022. Foto: Alum Gálvez. Cortesía Mariane Ibrahim.
De entre todos los materiales, la artista construye una relación especial con el cartón, lo conoce, lo escucha y lo hace emerger como espacio de lo posible. Empuja los límites de su relato material y le permite habitar la satisfacción de la ambivalencia desde donde impulsa su metamorfosis tanto en materia como en forma.
Tras recorrer las distintas salas, la experiencia de la ambigüedad comienza a volverse una provocación.
¿En dónde habita?
¿En lo profundo o en la superficie?
¿Cómo mirala?
Para aventurarse en el juego de la superficie hay que vendarse los ojos, o bien, entrar sosteniendo un pacto con la ficción. La mirada es un órgano que desea la forma pero se siente seducida por lo difuso, lo que percibe no es la apariencia de las cosas, sino la fantasía que las ilumina.
Eva Jospin, Forêt Noire, 2019. Foto: Benoît Fougeirol. Cortesía de Mariane Ibrahim.
Eva Jospin construye un universo en donde la materia no le pide cuentas a la certidumbre de lo real, pues la fantasía ha invocado a la especulación. Es en la condición de apertura de los límites en donde se sostiene el pacto, en donde se permite la alquimia y emerge la metamorfosis: la verdad de la materia se ha vuelto un asunto de imaginación.
El cartón accede a mostrar que toda cuestión de profundidad implica a la vez una cuestión de volumen. En el universo de Jospin el volumen no se trata sólo como una magnitud física, sino como una magnitud de la memoria; la acumulación de una imaginación esculpida en formas que no cesan de abrir la experiencia de la extrañeza y ponen a prueba no sólo a la percepción, sino también al paisaje. Cuevas, bosques y ruinas como expresiones de una naturaleza enrarecida que han puesto en crisis el límite entre lo vegetal y lo arquitectónico.
Eva Jospin, Broderies, 2023. Foto: Alum Gálvez. Cortesía de Mariane Ibrahim
Entre naturaleza y artificio se peleó la vieja batalla del mundo perdido. Ni origen como esencia ni finalidad como destino, un gesto que muestra que la memoria y la materia son siempre movimientos especulativos. Formaciones irregulares que guardan entre las capas de sus pliegues el escondite del tiempo. Una temporalidad donde pasado, presente y futuro no se acomodan en una línea, sino que son intensidades de un impulso por esculpir el espacio. Ruina en presente futuro, bosque intersticial, cúpula que es caverna, trazo que se vuelve hilo, marco que deviene umbral.