↓
 ↓
Las papilas gustativas que tenemos en las ojeras: sobre la obra de Renard y la espiral escritura-dibujo.

Ensayo

Las papilas gustativas que tenemos en las ojeras: sobre la obra de Renard y la espiral escritura-dibujo.

por Christian Camacho

->

Tiempo de lectura

8 min

Después, los signos, ciertos signos. Los signos me dicen cosas. Y definitivamente me daría gusto hacer signos, si no es porque un signo, es también un signo de ALTO.

Émergences- Résurgences,
Henri Michaux

A medida que aparecen en mis visiones nocturnas, y mastico y digiero sus idas y venidas, la familia pasa a ser familiaris, acompañamientos internos, y ya no tanto la gente literal con quienes me relaciono diariamente. Poco a poco la familia deja de ser esas personas concretas a las que me resisto y debo aceptar para convertirse en antepasados vivos, fantasmas o sombras cuyos rasgos recorren mi sangre psíquica, dándome apoyo a través de su presencia en mis sueños. Mi hogar familiar cambia su sustento de gễ a khthốn.

El Sueño y el Inframundo
, James Hillman

Cortesía de Renard
Cortesía de Renard

Aunque la obra de Renard en la Ciudad de Monterrey es conocida desde hace varios años, yo he llegado a ella en realidad a partir de distintos encuentros recientes; conversaciones y visitas que debieron pasar antes, pero que me alegra tener en cuenta hoy en día. Lo último a lo que tuve acceso fue en realidad su escritura, en la forma de dos publicaciones editadas por la curadora Virginie Kastel en 2019, y obsequiadas por Renard mismx hace unos meses.

La sobreposición de las distintas vías a través de las cuales existe la práctica de Renard me aborda desde una agencia simultáneamente instantánea y esquizoide, pero también calculadora. Asumida en un mar de gestos distintos, se trata quizás del producto de una formación artística prósperamente antiortodoxa. La ráfaga de signos resultante, la cual se alimenta de las partículas libres de su experiencia en el teatro y de las extrañas expectativas que existen entre ejecutantes y públicos, prepara por igual un lugar para el performance, el dibujo, el ensayo y la pintura. Siento que esta volátil mezcla, que sirve como combustible a la obra, pone a todos estos elementos en un riesgo constante de evaporación, pero también los moviliza con suficiente disciplina como para empujar todo el conjunto unos cuantos centímetros hacia lo desconocido.

Y hablando de volátil, pienso ‘volátil’ dos veces: por un lado, la volatilidad de su grafía y por otro, las ideas producidas por la ansiedad de ser unx lectorx de esta grafía. Siento que su escritura se propulsa con desgaste. Y que hay un cierto tipo de dibujo que también hace esto y que está presente en la mente al demandar cosas de un soporte como si todo fondo y principio fuera también el de una página. Algo que una vez trazado es capaz de revelar cosas de nosotrxs. Hay un poder en la persecución de esa revelación, así como una paranoia en su eventual inevitabilidad. Un rasgo de ‘escribir sobre nostroxs’ cuyo iluminado masoquismo tiende a lo adictivo a la par que a lo ininteligible: nunca aceptaríamos que es ininteligible porque nunca lo es.

En este sentido, la mente y su posición en referencia a los surgimientos y colapsos de sentido en las actividades de Renard está insistentemente descrita en tiempo presente.

Esta veloz vía, que fluye en líneas cuyas metáforas Renard no estima necesarias –Subliminal y literal, no veo la diferencia*1– me recuerda a una de las célebres enseñanzas de Cy Twombly sobre dibujar y pensar, la cual nos dice que el acto de la línea es como un sistema nervioso. No es una descripción, de verdad ocurre. La sensación va de la mano con el hacer. La línea es la sensación, de una cosa suave o flotante, a algo duro, algo árido, algo solitario, algo extinguiéndose, algo comenzando. Es como si estuviera experimentado algo que me atemoriza, estoy experimentando esta cosa pero al mismo tiempo debo estar al tanto de este estado, pues también yo estoy en marcha.*2

Cortesía de Renard
Cortesía de Renard

En nuestra última conversación Renard me habló de una línea parecida al canto, muscular y sonora, la cual le es de interés. Quizás esto anuncia sus vínculos al performance como práctica, pero en realidad yo deseo atender más lo performativo dentro de su propia colección de grafías. Si miramos la pintura o dibujo de Renard a cierta distancia, existe una tentación de nombrar las coordenadas de esta o aquella tradición como si le fueran propias. Cualidades de la expresión, la abstracción o el gesto. No es necesario descartar estos términos, pero siento que en realidad ayudan poco al introducirnos en la maraña de necesidades a las que responde su práctica.

El escritor y artista francés Henri Michaux, a quien Renard también ha consultado con interés, llamó Turbulencia Infinita a la serie de textos y dibujos autobiográficos que acompañan sus travesías por el empleo de la mezcalina. Lo que más me interesa de ellos no es en realidad la alteración de la percepción, sino el tipo de instante, en primera persona y en presente, en el que se hacen esenciales sólo dos cosas: el dibujo y la escritura. A cierta altura de los eventos, Michaux habla de un momento cuyo color viene de la ceguera, pero comienza a convertirse en blanco; primero una tiza de gis, después un tipo de diamante y luego sábanas y banderas que se agitan con tanta energía que podrían ser agitadas por lxs habitantes de una nación entera. Siempre he querido pensar que este blanco vertiginoso en medio de tantas inevitabilidades es el blanco de sus páginas.

Quizás es esta la razón por la que ciertas prácticas en ocasiones nos parecen audaces, no sólo por su conexión con las posibilidades libres entre lo genético y lo genérico, sino porque parecen poner en juego un momento cuya imaginación no se pretende inmediatamente deseable, ni siquiera compatible, para lxs demás.

En este momento puedo hablar de otra parte de la obra de Renard que encuentro estimable y que tiene que ver con su capacidad para desplazarse a través de mínimas autosuficiencias como sus relaciones con el murmullo y la economía de sus soportes. Michaux escribió que la escritura, a diferencia del dibujo, nunca era suficientemente pobre; que el lenguaje, una mansión inmensa y forzosamente heredada, nos arroja a todxs a la ostentación.

No estoy seguro de cómo podemos negociar con este dictamen, pero considero que intentarlo hace de nuestros actos al respecto, por más pequeños que sean, actos de tensión y de renuncia.

Cortesía de Renard
Cortesía de Renard

Una de las publicaciones de Renard que mencioné al principio de este texto se titula POS A DAR*3 y cubre, a grandes rasgos, los eventos de una fiesta decembrina como la que su título fonéticamente sugiere. No es clarísimo lo que ocurre en todo este episodio, pero tampoco estamos buscando conocerlo a detalle. Familiares, números, deseos e indigestiones parecen poseer el mismo cuerpo, uno que pese a sus mejores intenciones, no puede parar. El paseo por esta escritura me recuerda al uso del monólogo en la introspección, así como a algunas instancias del ensueño y del deseo de habilitar en la vigilia, ni más ni menos conscientemente, las implicaciones artísticas de la mutilada multitud fantasmal que creemos conocer al soñar –no se trata de volver a decir mamá o papá, sino de decírselo a cualquiera*4.

Este vínculo al ensueño es una poderosa herramienta para la obra y el lenguaje que la rodea, en el que fragmentos de ideas y palabras circulan sin oposición por la gelatina cthónica del dibujo doblado en la escritura –el conjunto de células muertas que se organiza alfabéticamente*5. Esto también anuncia uno de los intereses de Renard en cuanto a las vías del lenguaje y la posibilidad de que su compatibilidad sea absolutamente plena. La participación en el ensueño, fragmentaria como es, no puede evitar ser significativa. Así, la sensación de familiaridad de los sucesos comunicativos en el inframundo onírico alimenta en realidad un boicot a las bases por las que el trabajo diurno se percibe como racional. En esta instancia, Renard es parte de una larga tradición de saboteadorxs.

Cortesía de Renard
Cortesía de Renard

Me gustaría cerrar este texto concientizándome del tiempo que llevo escribiendo en contraste al que quizás tú llevas leyendo esto y mirando estas imágenes. Agradezco a Renard por este particular fragmento que quizás nos sirve de conducto:

Cuando algo dura más de lo que un sueño, que máximo es de cuarenta y cinco minutos, empiezo a dudar de su legitimidad, valor económico y de si no se estará quemando algo en el sartén. Es bastante posible. Pero cuando algo dura más de siete horas empieza a agarrar un jugo sabrosón que estimula las papilas gustativas que tenemos en las ojeras, y entrecerramos de poquito en poquito los ojos para alcanzar a probar la acidez de las cosas*6.

Christian Camacho

*1: Transcripción de conversación con Renard, 16 de julio 2022.

*2: De mi propia traducción anteriormente publicada en Noche y dibujo por Andrés Villalobos para el seminario Vacaciones de Trabajo, 2015. Fragmento original en David Sylvester and Cy Twombly, Art in America, Julio, 2000.

*3: Renard, Charlie, POS A DAR; editado por Virginie Kastel, Ed. TRESNUBES, México, 2019

*4: Transcripción de conversación con Renard, 16 de julio 2022

*5: Renard, Charlie, Bitácora de la Multiplicidad, 2021

*6: Renard, Charlie, POS A DAR; editado por Virginie Kastel, Ed. TRESNUBES, México, 2019

Publicado el 21 agosto 2022