La vida material de la fotografía: Joan Fontcuberta
por Sandra Sánchez
En Hydra
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Joan Fontcuberta detuvo el ritmo del archivo en su dimensión de documento e información para pensar frente a él, a partir de él, en la vida material de las fotografías. Interrumpió la función cotidiana del recinto como almacén con la intención de llevar a cabo una operación de desocultamiento, apelando a la complicidad. Preguntó a los archivistas por aquellas fotografías destinadas a una destrucción próxima por exceso de vida: hongos. Al principio, negaron el problema. Después de cierta conversación -inaccesible para nosotros- dispusieron ante el ojo y el lente de Fontcuberta las dañadas, sin oportunidad de permanecer en la historia.
La proposición nos permite reflexionar sobre el movimiento. Tendemos a pensar las imágenes como una serie fija de formas, líneas, colores y manchas que podemos identificar y signar. Lo que Fontcuberta hace es colocar en segundo plano al contenido y su sentido para ir al soporte mismo, en este caso, a la superficie física sobre la cual se despliega una tecnología que sucumbió en el tiempo ante agentes que encontraron ahí un ambiente idóneo para residir.
En sus palabras, la investigación se concentra en
“placas negativas o fotografías sobre papel donde hay un diálogo entre los restos de la imagen y la irrupción del cultivo de hongos que empieza a invadir la imagen: el efecto de la irrupción orgánica con los restos de la imagen original”.
Fontcuberta visitó media docena de archivos mexicanos en Pachuca, Mérida y Ciudad de México. Al hablar de archivos, deja escapar un tono aventurero. Los compara con la cueva de Alí Babá:
“hay tesoros si uno sabe reconocerlos. Para un coleccionista o un experto, una determinada pieza puede ser un tesoro”.
En tensión con la euforia que produce la aventura se encuentra el pathos derivado de la realidad material de cada una de las fotografías. Para él, en las imágenes sucede algo del orden del trauma en tanto golpe, derrota y herida que transforma la cultura y el devenir.
“El trauma de las imágenes lo encuentro visitando archivos y viendo cómo las imágenes que están ahí arrojadas empiezan a deteriorarse”.
El deterioro es huella del movimiento mismo: señala el umbral entre las técnicas análogas y la postfotografía, que tiende a desmaterializarse.
Joan Fontcuberta, Mictlán, 2020. Cortesía de Hydra
Aunque el cuerpo de la fotografía es protagonista en la investigación, el discurso de Fontcuberta recorre una dimensión animista que dota de subjetividad al medio en cuestión. No logré descubrir si formulaba las oraciones como retórica o como hecho, pero poco importa, lo que resulta fascinante es el modo en que posa nuestra mirada sobre los procesos de transformación.
Siguiendo con la apuesta animista, el artista trae al frente varias veces no sólo el cuerpo de la fotografía también su memoria: los hongos y la materia irrumpen sobre el cuerpo de las imágenes hasta que pierden la memoria, se tornan amnésicas:
“me interesan esas fotografías en trance de perder la capacidad para la cual fueron creadas”.
Aunque la pérdida, el cambio y la transformación son constantes en el proyecto, hay que aclarar que Fontcuberta no siente nostalgia por el movimiento, el paso del tiempo y la tecnología en desuso,
“hay ganancias y sacrificios, también pérdidas”
explica. Más bien, sus fotografías ofrecen la posibilidad de mirar el tránsito entre una forma de producción y otra: ahí dudamos si nos encontramos ante un ambiente vivo o uno a punto de morir.
Joan Fontcuberta, Mictlán, 2020. Cortesía de Hydra
La vida pública del ejercicio toma dos caminos con un mismo nombre, Mictlán es tanto una muestra como un libro. La exposición, conformada por 20 imágenes, inauguró el 6 de marzo en Hydra, cuyo sello editorial, Inframundo, se dio a la tarea de manufacturar fotolibros en colaboración con Ramón Pez, encargado del diseño gráfico. En la publicación el número de imágenes crece a 80, la selección se hizo entre un total de 1 200 capturas.
La estructura del Mictlán mexica funciona como guía para la curaduría y para el diseño del libro. El autor nos cuenta cómo llegó hasta ahí:
“cuando miramos con una perspectiva de pájaro el material de archivo fotográfico hay una dimensión sobria y una violenta, eso hizo que lo vinculara a ciertas cosmologías del México precolombino. Así llegué a la narrativa del inframundo con los nueve niveles que implican una serie de pruebas hasta llegar al Mictlán”.
Joan Fontcuberta, Mictlán, 2020. Cortesía de Hydra
Encuentro la referencia al inframundo mexica un poco forzada en relación con la intención general del proyecto. No sé si añadir inmediatamente una capa simbólica a las imágenes que muestran la borradura del sentido me convence del todo. Hubiera preferido rondar un buen rato la proposición inicial antes de la siguiente elaboración, sin prisa. Aún así entiendo que las nuevas imágenes -las tomadas por Fontcuberta-, en su actualidad, confluyen con otros territorios semánticos, lo que hace evidente cómo la fotografía es siempre un campo de elección múltiple, desde el encuadre hasta la discursividad en la que se la coloca.