La tecnología encarnada. Sobre Hybrida de Amor Muñoz
por Bárbara Foulkes
En el MUAC
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De chica jugaba a posar mi oreja sobre el estómago de mi madre para escuchar todos los tipos de ruidos que venían de dentro, me parecía maravilloso: variaciones rítmicas, estallidos de burbujas, diálogos con códigos indescifrables. ¿Acaso el cuerpo de mi madre estaba habitado por personajes de una película de ciencia ficción?, ¿acaso habitaba algo al interior que era nuestro? Tuve que posar mi oreja sobre varios estómagos para cerciorarme de que todos somos habitados por procesos que suenan. Cuanto más quieto y silencioso estás, se puede oír con más claridad lo que te habita. Siendo más específica, en nuestro cuerpo viven 39 billones de bacterias, necesarias para mantenernos en funcionamiento y producir energía vital. Las bacterias son fundamentales en el desarrollo metabólico que hacemos tanto dormidxs como despiertxs, sin pausa.
Hybrida, la exposición de Amor Muñoz que vive en el MUAC, es un conjunto de estómagos de vidrio transparente habitados por colonias bacterianas activas, posados sobre trípodes que hacen alusión a una arquitectura corporal, vestida de fina tela pinzada. El ensamble propone un juego entre piernas humanas y objetos de laboratorio, cuerpos vestidos y cuerpos desnudos, ¿qué más desnudo que un órgano expuesto?
Esta exposición presenta a lo vivo como una relación constante entre diversas formas biológicas y tecnológicas. Un entretejido entre biología, tecnología e informática. Una mezcla de materialidades diferentes que, sin modificarse ni anularse la una a la otra, crea una entidad nueva.
El vidrio como límite desdibujado entre lo físico y lo no físico. La tecnología operando en lo biológico y viceversa. Cables que son venas o caudales de río en tanto funcionan como conductores. Una resistencia encarnada en una colonia de bacterias. Amplificaciones sonoras que generan un mensaje encriptado, tal vez un estudio acerca del modo en el que están juntas las bacterias dentro de sus colonias o información simple fluyendo en una constante.
Muñoz expone un laboratorio y comparte diversas aristas de su trabajo e investigación. En una pared lateral a las bioesculturas, podemos leer un fragmento de un libro de Stephen Hawking en el que compara el funcionamiento entre genes y metabolismo con un virus informático, argumentando porque ambos deben ser considerados como vivos. Veo mis manos sosteniendo mi celular y aparecen un par de preguntas: “¿Si a mi teléfono le entra un virus, me sentiría enferma?, ¿cómo se encarna la tecnología en nuestros cuerpos y territorios?”.
Volviendo al recuerdo de infancia, me pregunto si ampliar la noción de vida es asumirnos como entes interespecies. Y, reflexionando sobre la propuesta de Muñoz, me pregunto: “¿Será que ya somos un mestizaje entre biología y tecnología?”. Cito a Silvia Rivera Cusicanqui, describiendo distintos tipos de mestizaje en Bolivia, hablando de la idea Aymara –algo que es y no es a la vez–, conocida también como la lógica del tercero incluido:
“Este mestizo no unifica ni elimina las contradicciones, al fundirse ―en la tranquilidad de lo uno, sino que vive en la contradicción colonial. Es un híbrido como resultado de un proceso de mestizaje.”*
Esta forma de pensar me conecta directamente con la investigación interdisciplinar de Amor. ¿Qué puertas nos puede abrir el pensarnos a nosotros mismos como híbridos?
Me animo a decir que para mí, una de las propuestas más seductoras de Hybrida es confundir y mezclar identidades para pensarlas desde nuevas relaciones.
Amor Muñoz, celulosa bacteriana durante el proceso de producción de Hybrida, 2020, instalación escultórica sonora. Cortesía de la artistaAmor Muñoz, implante de microchip durante el proceso de producción de Hybrida, 2020, instalación escultórica sonora. Cortesía de la artista
Hybrida se puede visitar hasta el 5 de septiembre del 2021 en el MUAC.