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La inviabilidad de recomponer lo vivido en un todo racional: sobre Carla Rippey y Agustín González en Galería Arróniz

Reseña

La inviabilidad de recomponer lo vivido en un todo racional: sobre Carla Rippey y Agustín González en Galería Arróniz

por Nico Barraza

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Tiempo de lectura

6 min

¿Alguna vez ha existido una obra de arte que no se viera influida
por las expectativas y prejuicios del observador, del lector o del oyente,
fuera cual fuese su grado de cultura y refinamiento?

— Siri Hustvedt*

Carla Rippey y Leticia Arróniz, quien trabajaba en Galería Ponce, se conocieron poco después de la llegada de Rippey a México en la década de los 70. Años más tarde, Arróniz tuvo un hijo al que llamó Gustavo, quien, mucho después, al hacerse de la galería en 2006, convocó a un grupo de amigos/artistas y colegas a sumarse y acompañarlo en su incipiente travesía. Uno de ellos fue Agustín González, quien fue alumno de Carla por ahí del 2001 en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, donde se originó una incesante colaboración artística entre ambos. Yo, que no tengo nada que ver con ese contexto, me encontraba leyendo Bridge de Lauren Beukes el fin de semana que inauguró el proyecto de Rippey y González. La novela va sobre realidades alternas y el viaje en el que se embarca la protagonista a través de ellas, buscando respuestas sobre su madre. Las coincidencias que parecen conexiones me cautivan más de lo que me obsesionan: a partir de los detalles transitorios es que se gestan las manías permanentes. Así que entrar a Arróniz para mirar una exposición titulada Viajeros en el tiempo enganchó todos mis sentidos y divagaciones.

Bajo la curaduría de Michel Blancsubé y María Giner de los Ríos, el proyecto reúne un cuerpo de obra reciente en donde la práctica y estilo de cada artista se desplaza y confronta, se tensa y suaviza. Un diálogo intergeneracional que ahonda en intereses afines y en una colaboración creativa entramada con el paso de los años. Y es justamente el tiempo (fragmentado) quien protagoniza las escenas desplegadas a lo largo de las paredes de la galería: la impotencia de reacomodar lo vivido en un todo congruente.

Vista de la exposición ‘Viajeros en el tiempo’, Agustín González. Cortesía del artista y Arróniz
Vista de la exposición ‘Viajeros en el tiempo’, Agustín González. Cortesía del artista y Arróniz

Agustín González presenta una serie de pinturas que Blancsubé describe como un viaje en el tiempo. Los momentos, si es que lo son, (des)aparecen a plena vista, una marea occisa de color vibrante y potente, desconcertante. El movimiento en lo estático, nuestra sensación se adhiere a la obra. Las imágenes vagas y nebulosas son una especie de recubrimiento de las lagunas mentales provocadas por los tiempos perdidos, más no olvidados. Ellas develan un paisaje a medias, un astronauta, una chamarra. En todo caso, y sea esto cierto o no, González ya nos transportó a otro sitio. Los experimentos pictóricos surgen a partir de la lectura y lo cercano de aquellos detalles transitorios que mencioné anteriormente. Las pinturas me dejaron pensando en lo aprehendido: en lo que permanece, en los detalles precisos, vestigios del pasado que construyen y moldean nuestro presente. ¿Qué de lo que dejamos perdurará?, ¿qué desaparecerá?, ¿se podrá intuir realmente lo que somos?, ¿entendemos, siquiera, lo que fuimos? Desarticular para comprender… para avanzar.

Agustín González, Viajeros en el tiempo / El Último Astronauta, 2023, óleo sobre lino. Cortesía del artista y Arróniz
Agustín González, Viajeros en el tiempo / El Último Astronauta, 2023, óleo sobre lino. Cortesía del artista y Arróniz

Carla Rippey continúa el trayecto con una serie de fotografías realizadas en Camboya que proviene de capturas de pantalla de un televisor y de un libro de Shoichi Aoki. Ligado al tema de la memoria y la permanencia, hay hilos que cuelgan y se entretejen sobre las fotos. Yo para este momento ya me encontraba en un universo similar al de La invención de Morel o El Imperio de Yegorov, no dejaba de pensar en los hilos como raíces que vamos sembrando en nuestros recuerdos; cepas de las cuales nuestra memoria necesita para persistir. Porque si bien Rippey toma las imágenes de un contexto específico, me recuerda a lo que Bioy Casares declaró (siendo Morel) sobre el aura que toda imagen posee. La lectura muta cada que recordamos algo: lo que pensamos haber vivido hace un mes, ya es diferente a como se piensa ahora, a como se digirió en ese momento y, por supuesto, radicalmente distinto a como en realidad sucedió.

Carla Rippey, Beauty (de un televisor en Phnom Penh, 2012) -III, Transferencia sobre papel kozo-shi y momigami con costura y hoja metálica, montado en bastidor de madera con imprimatura, 2023. Cortesía de la artista y Arróniz
Carla Rippey, Beauty (de un televisor en Phnom Penh, 2012) -III, Transferencia sobre papel kozo-shi y momigami con costura y hoja metálica, montado en bastidor de madera con imprimatura, 2023. Cortesía de la artista y Arróniz

El coser como análogo al proceso mental/emocional que vivimos al elegir lo que vamos a recordar (donde perfora la aguja), lo que preferimos alterar, reinventar o recomponer (los espacios entre orificios), lo que aguardamos a que suceda, la incertidumbre (los hilos colgando). Algo que claramente Rippey hace con las imágenes es descontextualizarlas para luego recontextualizarlas, así que es inevitable que les espectadores desfiguremos lo intencional para volcarlo hacia lo personal. Me recuerda al libro de Hustvedt, El mundo deslumbrante, donde esencialmente se leen múltiples percepciones sobre una misma persona que según todos los personajes conocían. No todo lo que somos se expresa a través de la palabra, no todo lo que fuimos se conoce a través de un solo autor. Somos capa, tras capa, tras capa.

Carla Rippey, Toma de Aoki Shoichi, deslavada, años 90, Transferencia sobre papel kozo-shi y momigami con costura, montado en bastidor de madera con imprimatura. Cortesía de la artista y Arróniz
Carla Rippey, Toma de Aoki Shoichi, deslavada, años 90, Transferencia sobre papel kozo-shi y momigami con costura, montado en bastidor de madera con imprimatura. Cortesía de la artista y Arróniz

Ambos artistas proponen mundos alternos que se vinculan por su porvenir similar y sus orígenes contiguos. La obra dialoga porque ninguna pretende orientarnos hacia un lugar en específico, sino permitirnos deambular por nuestro pasado y nuestro futuro incierto. ¿En dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos?

Las estructuras de madera que se ubican en la última sala son una reconstrucción/interpretación ambigua de las placas de grabado, una práctica que ambos comparten y que probablemente trabajan de formas tanto distintas como afines. La obra refleja aquella discrepancia que todo ser humano tiene al enfrentarse a otro: somos parecidos, pero no, venimos de lo mismo, pero no. Importante considerar que Carla fue docente de Agustín, importante valorar que todos somos maestros y que aún así permanecemos alumnos.

Agustín González, El Último Astronauta, 2022, litografía intervenida. Cortesía del artista y Arróniz
Agustín González, El Último Astronauta, 2022, litografía intervenida. Cortesía del artista y Arróniz

En esta ida y venida de realidades, coincidencias y conexiones, no es de sorprenderse que la exposición termine con la producción que dio inicio al proyecto, una serie de afiches y dibujos elaborados por ambos donde se percibe claramente la sinergia en el proceso creativo y en el diálogo que entablaron. La serie me hace reflexionar sobre la complicidad de movernos hacia un lugar onírico e inexistente, pero que sin duda nos reclama y recalca el sitio en donde en realidad nos encontramos parados.

La exposición me dejó pensando en escenarios ficticios y reviviendo lo que ahora parecen puestas en escena de mis recuerdos. Si hay algo que puedo afirmar tanto de la obra de Rippey como de la de González es que ambas consiguen transportarnos a un delirio ajeno y, no obstante, personal.

Nico Barraza

*: Siri Hustvedt, El mundo deslumbrante, Traducción de Cecilia Ceriani, Anagrama, Barcelona, 2014. p. 121, 123.

Publicado el 24 noviembre 2023