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La instrucción dentro de la construcción: entrevista a Andrea Bores

Entrevista

La instrucción dentro de la construcción: entrevista a Andrea Bores

por Sofía Ortiz

"Quería entender cómo está construido todo, cuáles son los patrones debajo de la materia orgánica"

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9 min

Andrea Bores tiene mucha tierra en su personalidad. Quizá parezca una observación obvia para quien conoce su trabajo –las primeras piezas suyas que conocí fueron, precisamente, telas enterradas en la tierra–, pero lo siento en toda su persona. Inclusive la llegada a su casa me recuerda a lo terrestre: recorremos pasillos enredados como si fueran vísceras arquitectónicas entrecruzadas por plantas y escaleras hasta llegar a una terracita fresca donde nos sentamos a tomar café y a platicar.

Nuestra conversación confirma mi primera intuición: tenemos mucho en común. Las dos damos clases, amamos las plantas y tenemos una relación complicada con la obediencia. Su trabajo me da la sensación de ser algo que reconozco, a pesar de nunca haberlo visto. Creo que esta sensación –de sentir que algo es desgarradoramente familiar, a pesar de ser totalmente desconocido– es el evento horizonte de la obra, el punto central alrededor del cual gira todo. Andrea interpela al paisaje compartido por la materia orgánica, es decir, explora el terreno común entre humanos, montañas, protones y galaxias. Es curioso que empezó su formación como ingeniera mecánica. Más que otra cosa la siento como una bruja, o para ser más específica, un canal a través del cual fluye información –tipo las morras del oráculo de Delfos o un trovador cuenta-cuentos (“canta a través de mí, musa...”)– para que la naturaleza se ensamble a sí misma. Andrea crea las condiciones para que los materiales –carbón, tela, tintes naturales– puedan expresar su configuración subyacente, para que su acomodo revele las construcciones intrínsecas del mundo natural.

Andrea Bores, Cenizas I, 2019, Cenizas sobre lana. Cortesía de la artista
Andrea Bores, Cenizas I, 2019, Cenizas sobre lana. Cortesía de la artista

Andrea Bores. Quería entender cómo está construido todo, cuáles son los patrones debajo de la materia orgánica, como si hubiera una instrucción dentro de la construcción. Es una idea muy cercana a la física: entender una serie de instrucciones que determinan la construcción del universo.

Sofía Ortiz. ¿Crees que sí existe? Pues, ¿instrucciones para todo?

AB. Hay evidencias de que sí existen, por ejemplo, en la auto-similitud.

Paremos en el concepto de auto-similitud. No es la primera vez que me encuentro con esta idea o encuentro a artistas emocionadas con ella. Quizá es un lugar común, un truisim a la Jenny Holzer, que hace que todas las artistas amantes de la naturaleza lleguen ahí. La auto-similitud es la repetición de formas a diferentes escalas dentro de un sistema. Es la interconectividad inherente de los sistemas complejos hecha carne y manifestada en materia: la órbita de un electrón = a la órbita de un planeta, las bifurcaciones de las venas en un antebrazo = la vista aérea de un río y sus cauces, un pino visto desde arriba = la geometría de un copo de nieve. Es una conexión operática y majestuosa que por un momento revela una armonía cósmica, un universo posiblemente sintonizado.

Sin embargo, también existe el capricho.

AB. Siempre hay un error, hay aleatoriedad. Inclusive en los modelos experimentales de la física se debe considerar el error en las fórmulas. Como en un árbol: sabes qué forma va a tener, cómo va a crecer –no puede ser una forma opuesta a la que está ‘programada’ dentro de una semilla–, pero al mismo tiempo no puedes predecir exactamente dónde van a estar las hojas o para qué lado se va a inclinar el tronco.

Andrea Bores, Sin título (Paisaje III), 2019, textil teñido y bordado. Cortesía de la artista
Andrea Bores, Sin título (Paisaje III), 2019, textil teñido y bordado. Cortesía de la artista

El trabajo de Andrea tiene mucho que ver con el control y el descontrol. Ella tiende a la estabilidad, al orden, a la tierra y, por lo mismo, ha tenido que buscar la inestabilidad para volver al equilibrio. Me cuenta de dos momentos importantes donde la inestabilidad irrumpió en su vida: al terminar una relación de largo plazo, ¡doce años!, y cuando decidió abandonar la ingeniería y estudiar moda. Existe también la auto-similitud entre el trabajo y la vida.

AB. Me di cuenta de que en mi vida había demasiadas estructuras y no había nada que me retara. Sentía que tenía que moverme, pero no sabía hacia donde. Mi novio en ese momento estudiaba en una escuela de diseño y yo pasaba por los salones con telares cuando lo iba a visitar. Me emocionaba mucho la idea del textil, del telar; me daba mucha curiosidad ese mundo que me parecía muy ajeno. Empecé desde el textil buscando retratar el paisaje con bordado. Cada puntada es como un píxel, un pedazo de instrucción, el fragmento más pequeño para la construcción. Buscaba mucho control, pero al mismo tiempo me di cuenta de que esas mismas composiciones –la forma de un paisaje– ocurrían solas si dejaba la tela sumergida en el tinte natural.

En sus piezas más recientes fija carbón natural pulverizado a hojas de papel. El polvo se dispersa en pequeñas explosiones y remolinos que generan ‘abstracciones’: la instrucción de la forma total está contenida dentro de la voluntad del material. Sin embargo, Andrea reinserta el control al seleccionar encuadres dentro de piezas grandes. En ese sentido, el proceso de las obras se acerca a la fotografía. Es curioso cómo la obra de Andrea no encaja cómodamente en una categoría; sus piezas no son propiamente pintura, dibujo o diseño.

Andrea Bores, Tierra nacida sombra, 2021, carbón sobre papel. Cortesía del artista
Andrea Bores, Tierra nacida sombra, 2021, carbón sobre papel. Cortesía del artista

Me enseña un pequeño cuadro de carbón natural; la luz se asoma entre los árboles y motea la superficie rugosa de la obra. Masticamos una idea que nos interesa mucho a las dos: la categoría es una herramienta humana, imprescindible, pero no hay que confundir la categoría con la cosa en sí. En la naturaleza nada es fijo; las piedras, los bichos, la termodinámica, todo es un proceso, un estado en flujo constante. Pero los humanos somos malos sosteniendo paradojas en la cabeza, que algo pueda ser más de una cosa a la vez. Necesitamos imponer límites a las cosas para poderlas entender, darles orden y categorizarlas.

AB. Las categorías no son cajas, sino umbrales permeables. Por ejemplo, mi tesis de moda tenía que ver con árboles; me di cuenta de que para cada característica que define a un árbol hay una excepción. Me encanta la idea de que existen excepciones para todo lo que creemos conocer. No hay tal cosa como un límite claro donde realmente puedas determinar que esto es. Por otro lado, me fascina intuir que si hay una instrucción detrás de todo probablemente hay un sentido, aunque sea una construcción humana.

Los humanos somos criaturas de narrativa. Nuestra mente es simbólica y quiere acomodar. Dentro de la abstracción en la obra de Andrea, la gente encuentra océanos, tormentas, microbios y montañas, cuando quizá simplemente son manchas*. A Andrea le gusta que la gente tenga una relación directa con la obra.

Andrea Bores, Añil III, 2022, añil sobre papel. Cortesía de la artista.
Andrea Bores, Añil III, 2022, añil sobre papel. Cortesía de la artista.

Me asomo a mi teléfono, llevamos casi una hora hablando. La silla donde estoy se siente calentita, cómoda. Me termino mi café. ¿Qué pasaría si me alejo un poquito de la retórica, de mi mente rebuscada y simbólica? Las dejo con este intercambio final, inédito**, sobre arte, amistad y nihilismo positivista:

AB. Me gusta que el público sepa que ya tiene todo lo que necesita para vincularse con lo que está ahí, frente a ellos. Muchas veces las personas que son ajenas al arte tienen miedo de no ser lo suficientemente cultas o preparadas para relacionarse con él. En ese sentido, me gusta la posibilidad del arte gentil, el arte que dice: “Esta experiencia que tú estás teniendo es suficiente”.

SO. Si yo escribiera un manifiesto lo llamaría Por un arte generoso. Lo que más me gusta es el arte sensual y sensorial, arte que se presenta con toda la información necesaria para quien lo está viendo. Y pues tiende a ser bello y, por lo mismo, castigado.

AB. Lo llaman decorativo (saca una tela y se la envuelve). ¡Quiero un vestido así! Pero es como si las telas perdieran sustancia al momento en que se portan sobre el cuerpo, cuando sería tan interesante expandir la pintura así, hacía el cuerpo. La moda está súper castigada, se la considera superficial y banal, es fácil clasificarla como menor.

SO. Sí, como si lo bello y lo íntimo fueran intrínsecamente sospechosos. Antes me causaba mucho conflicto hacer arte bello.

AB. ¡Hay que relajarse!

SO. ¡Relajarse un chingo!

AB. La verdad no importa tanto. ¿Por qué no encontrar sentido en la intimidad? El mundo es un cagadero, tenemos ideales del deber ser –el éxito, la relevancia– que llevamos arrastrado sin cuestionar. Pero hay muchas respuestas cuando regresas a lo simple, al disfrute, al hacer las cosas por que quieres hacerlas.

SO. ¡Ay!, he pasado tanto tiempo preocupada por cosas que no tuvieron la menor relevancia en mi vida. Veo a mis alumnas pasándola pésimo por una calificación que no va a importar, me dan ternura ¿Crees que dentro de 30 años voltearemos a vernos a nosotras mismas y sentiremos lo mismo: ternura?

AB. ¡Seguro, seguro que sí! Lo pienso ahora, cuando tomo decisiones que van a encauzar mi vida para uno u otro lado. Me pregunto desde dónde tomarlas. A veces intento pensar en estrategias profesionales, pero al final lo que más me interesa es con quién voy a estar relacionada, es decir, ¿quién me va a rodear? Me parece mucho más rico construir desde ahí, desde la amistad, aunque sea el error profesional más grande de mi vida.

Y que aquí quede registrado, ¡oh, musas!, un norte para Andrea y para todas. Recordemos escoger a nuestras amigas por encima de estrategias profesionales, la tierra por encima del plástico y el placer por encima del deber.

Sofía Ortiz

*: Del texto de sala escrito por Antonia Alarcón.

**: Mentira, nada de esto es inédito.

Publicado el 31 marzo 2022