From the inside looking in: Edgar Orlaineta en Proyectos Monclova
por Eric Valencia
La pupila es un hueco que deja ver la pared, ¿o es la pared la que nos mira a través de la obra?
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1. El pleuronectiforme: entre el volumen y el plano
Los pleuronectiformes (flatfish en inglés) son un orden de peces planos que pasan su vida adulta tumbados en la arena. Aunque nacen con simetría facial, con un ojo en cada lado, conforme maduran esto cambia hasta que los dos ojos ocupan un solo lado. Poseen un sistema de pigmentación que les permite camuflarse, pero sólo del flanco que mira.
El nombre de este peculiar pez es parte del título y motivo principal de la obra Flat fish and biomorphic shapes (2020), con la que Edgar Orlaineta abre el recorrido de su exposición virtual From the inside looking in, en Proyectos Monclova.
La asociación es precisa: las obras de esta exposición conforman tránsitos sutiles entre lo que proyecta sombras y lo que refleja luz, es decir, entre la escultura y la pintura. Y decimos escultura y pintura no para inscribir la obra de Orlaineta en la interminable discusión sobre lo medial, sino para marcar el tránsito entre dos estadios del objeto artístico en sus cualidades topológicas: lo plano-virtual y lo voluminoso-real.
Edgar Orlaineta, Mexican Handcrafts, 2020. Foto: Ramiro Chaves, Cortesía de Proyectos Monclova.
2. Alegoría no negativa
En otro nivel, las obras de From the insidelooking in funcionan como pasajes tropológicos entre la metáfora y la literalidad. Por ejemplo, en Flat fish and biomorphic shapes, el pez plano funciona como una metáfora de tránsito, mientras que las formas biomórficas a las que alude el título corresponden al ámbito de lo literal. Ya Craig Owens (The Allegorical Impulse, Toward a Theory of Postmodernism, Part 2, 1980) enunció la presencia de estas contradicciones como elementos constitutivos de la alegoría. Citando a Paul de Man, advertía que “la alegoría es reconocida como la interferencia estructural de dos distintos niveles de uso del lenguaje, uno literal y otro retórico (metafórico), uno de los cuales niega precisamente lo que el otro afirma”. Si bien advertimos en la obra de Orlaineta una suerte de impulso alegórico en el uso de estos dos niveles del lenguaje, lo que sorprende, y por lo que escapa a la definición canónica del género, es por la ausencia de una negación recíproca.
Para ejemplificar la negación entre lo literal y lo metafórico, Owens cita en el mismo texto un largo fragmento de la obra Americans on the Move (1979) de Laurie Anderson, donde se narra una historia sobre una adivina que le lee la mano, errando en cada una de sus interpretaciones: la mano como sinécdoque de la historia de la artista, pero también simplemente como mano, como objeto a la vez que como vía que guía la exégesis espuria de la adivina. En la obra Mexican Handcrafts (2020), uno de los elementos principales es el contorno de una mano, cuyas líneas se nos muestran como una cara sonriente. ¿Se ha leído a sí misma? ¿Se podría equivocar? El juego se extiende cuando advertimos que esta misma mano es un objeto que sobresale del plano pictórico en un movimiento de emergencia o inmersión tridimensional, el cual advertimos por el grosor de la lámina que cambia. La pintura sobre la que se encuentra la mano muestra un paisaje en donde reconocemos cimas de una cordillera semejantes a dedos: las repeticiones de líneas pueden aludir tanto a una descripción orográfica como a arrugas de una mano, o a ambas, a la vez.
Aquí los polos no se contradicen: se camuflan.
Edgar Orlaineta, Wax and wane, 2020 (detalle). Foto: Ramiro Chaves, Cortesía de Proyectos Monclova.
3. La cara y la máscara
En este juego de interacciones, advertimos que la obras que conforman From the inside… se presentan como un encadenamiento de problemas topológicos y tropológicos, cuyo “desarrollo” podemos advertir en la presencia repetitiva de ciertos elementos. La máscara, la cara, el pez plano, los cilindros torneados, por nombrar sólo algunos, son objetos que funcionan como pasajes entre los ejes que trazan las oposiciones, tanto entre lo voluminoso y lo plano como entre lo literal y lo metafórico.
La máscara como “problema de frontalidad, como una idea de lo pictórico”*, funciona también como elemento que cubre la cara, palabra que designa tanto al rostro como al lado de las cosas que es observable. En la obra Wax and Wane (2020), la silueta del rostro es un plano que alude a una máscara, sin embargo, la nariz, la boca y los ojos, que usualmente encontraríamos escondidos detrás, yacen encima: han sido sobrepuestos. En esta misma obra encontramos una operación con el material que intuimos similar: algunas superficies han sido construidas mediante la acumulación de pequeñas maderas apiladas perpendicularmente al tableau, dejando las caras de las láminas ocultas y permitiéndonos ver solamente sus cantos.
Edgar Orlaineta, Figure and five mountains, 2020. Foto: Ramiro Chaves, Cortesía de Proyectos Monclova.
El problema de la frontalidad es particularmente interesante en la obra Flatfish and biomorphic shapes. El pleuronectiforme tiene, en tanto animal, una cara-rostro y, en tanto plano, dos caras-lado. Como hemos mencionado, de joven, su cara-rostro está repartida simétricamente en sus dos caras-lado, pero conforme crece, renuncia a una de ellas para trasladar su cara-rostro a una sola de sus caras-lado. Como hemos dicho, esto lo advertimos sobre todo en el desplazamiento de uno de sus ojos. Entonces, ¿cuál es su frente?, ¿cuál es su frente ahora?
Pero no sólo eso, pues si consideramos que sus ojos (nos) ven –en el transcurso de su vida pasan de una visión binocular que permite ver volumen, cuando sus ojos están separados, a una visión casi monocular donde ven todo casi plano, cuando sus ojos se juntan en su adultez– la mirada que nos regresa este pez, en el mar o en la obra, termina por aplanar aquello que está viendo. ¡Nos aplana!
4. Ojos y cilindros
En la muestra, el cilindro torneado realiza distintas funciones dependiendo de sus características particulares. En Tishbite (2020), hay cilindros cortados transversalmente, pintados de negro y empotrados en la obra, actuando a manera de textura. Pero también sobresalen tres, en el color original de la madera clara y sin cortar, colocados sobre una pequeña base. El título de la obra refiere al extraño o al forastero, por lo que los imaginamos como pequeños personajes nómadas. Así, reaparecen una vez más, pero ahora en pareja, en Mexican Handcrafts, donde además son acompañados por otros volúmenes torneados sobre los que se han pintado rasgos antropomórficos geométricos. En Figure and five mountains (2020) descansan sobre el marco, vemos que incluso uno de ellos ha sido pintado (¿a migrado?) sobre el lienzo.
Edgar Orlaineta, Mexican Handcrafts, 2020 (detail). Foto: Ramiro Chaves, Cortesía de Proyectos Monclova.
En Mexican Handcrafts, empotrado en lo que se asemeja a una estructura arquitectónica, hay un ojo, un ojo tremendo. En la parte superior, en colores primarios, se encuentran dos dibujos, una mano en el lado derecho y un ojo compuesto por un óvalo y un triángulo en el lado izquierdo. En la parte inferior, nos sonríe.
La pupila es un hueco que deja ver la pared, ¿o es la pared la que nos mira a través de la obra?
A partir de los elementos enumerados, se puede vislumbrar el modo en el que las funciones canónicas de lo escultórico y lo pictórico se transforman en esta exposición. Las piezas interrumpen la tradición moderna de estos dos medios como polos excluyentes para proponerlos como límites de intensidades por las que las obras transitan. Y no sólo eso, sino que dichos límites se camuflan, uno con la apariencia del otro y viceversa, invitándonos a recorrer con asombro estos pasajes improbables.