El espacio es oscuro. En los muros una secuencia de luces ilumina puntualmente una serie de objetos intrigantes. A lo lejos no se sabe qué son, pero el acercamiento tampoco los revela, no se esclarecen ni acallan las dudas, sino que cada aproximación es abrir —como una incisión precisa— la intriga. Se trata de las obras de la artista Fabiola Menchelli en la exposición We are not what we have seen, curada por Laura Orozco en el espacio Angstroms presentado por la galería Arróniz. En los muros se encuentra la sucesión de objetos incomprensibles punteados por la luz que desde lo alto dirige la mirada. Los spots enfatizan el gesto de cada uno de ellos, la luz que incide en cada uno de los elementos verticales subraya la manera en la que aún colgados al muro sostienen la intriga: son superficies y volúmenes, al mismo tiempo fotografías y esculturas.
Conocer el trabajo de la artista desde hace ya muchos años es la clave para que comience el desenredo de la intriga visual. Los objetos-imágenes de Menchelli son testigos de una danza oscura, silenciosa, que sucede en otra parte (el cuarto oscuro) y de la que sólo se revelan las huellas (en el espacio expositivo). Estas obras, inmóviles, guiñan de manera pasmosamente discreta al tratamiento ágil, corporal y táctil con el que fueron construidas.
Imaginar a Fabiola Menchelli de pie en el cuarto oscuro sosteniendo el papel fotográfico con todo su cuerpo. Imaginarla abrazando la hoja, abarcándola; sosteniéndola en un punto, pero no con demasiada fuerza para que el papel no registre su huella solar. Imaginarla convertida en ciclorama, haciendo de ella un fondo que sostiene, moldea y modela el papel para que la luz incida en su superficie. Un disparo de luz. Luego volver a colocar el papel en total oscuridad sobre una mesa, plegar a ciegas, guiar con sus manos la superficie doblada. Guardar la memoria gestual en los pliegues. Intentar suponer una imagen con los dedos que dirigen el papel hacia su nueva volumetría. Volver a ponerse de pie, sostener, exponer el papel al rayo de luz, usar filtros de colores. Plantarse vertical frente al azar. Se trata de un espectáculo íntimo, secreto, del que sólo se conoce la fotografía-objeto como resultado, un tácito encuentro entre un cuerpo que fotografía y una superficie que recibe la incidencia controlada, orquestada, guiada por la luz y sus rayos cónicos.
Vista de la exposición de Fabiola Menchelli, ‘We are not what we have seen’ en Angstroms, presentada por Arróniz. Cortesía de la artista
De regreso en el espacio expositivo la danza se ha ido y se ha materializado en manchas de luz. Arriba, en un espacio íntimo y menos oscuro, hay una breve sección adicional a la exposición. Ahí se encuentra una mesa en la que reposan tres objetos pequeños. En este caso, ya no están colgados del muro, sino que descansan sobre la mesa como tres libros que se leen al mismo tiempo, como tres objetos que dialogan y resuenan al estar permanentemente abiertos. En ellos sucede algo diferente, aparece el cuerpo de manera mucho más explícita, aunque aún absolutamente abstracta. En este caso se trata de imágenes en blanco y negro, de menor formato, plegadas de manera equilibrada a partir de un centro lineal; un pliegue más cercano a aquel que le da forma a un libro. Estos objetos-imágenes se sienten abarcados, contenidos, tienen la escala de las manos que los sujetan. Son proporcionales al cuerpo como lo sería un libro de bolsillo: cabrían en una maleta, podrían salir de viaje. Y ahí, en los puntos nodales en donde se sostuvo el papel en el cuarto oscuro, emerge el cuerpo desde las esquinas del papel; entre luces y sombras se vislumbra alguien que ya no está, pero que sin duda alguna estuvo.
Vista de la exposición de Fabiola Menchelli, ‘We are not what we have seen’ en Angstroms, presentada por Arróniz. Cortesía de la artista
La obra de Menchelli se sitúa entre el instante acumulado de la fotografía y la temporalidad continua de la escultura. Para construir estos objetos-imagen la artista tuvo que recurrir a los trabajos especializados de una fábrica que pliega metal; se observa entonces que todas esas fotografías que puntean el muro están montadas sobre placas metálicas. Es la suma del papel y la placa metálica lo que permite que las imágenes se sostengan. Esos pliegues dancísticos, intuitivos, que sólo son posibles en la condición corporal-íntima del cuarto oscuro, se traducen en dobleces maquinales, sólidos, rígidos y estructurados. Es importante detenerse en esa interacción; ese encuentro en el que el azar define una forma-papel y en el que la razón construye el soporte material-metal que le permite a los pliegues adquirir mayor volumen.
Menchelli explora —no sólo en esta serie, sino en toda su obra— cómo el pliegue es la forma que demuestra el punto de encuentro entre la imagen y el cuerpo. Explora también los límites de la fotografía, contemplando la materialidad potencial de la imagen, imaginando la dimensión de su infraleve volumen y la posibilidad inmutable de solidez que contiene un soporte metálico mínimamente doblado. En estos encuentros la artista pregunta por la posibilidad de tomar fotografías sin cámara, pero incluso más allá, plantea una cuestión mítica, casi paradójica: ¿Es posible retratar al cuerpo sin el cuerpo? ¿Cómo es que el tiempo puede llegar a permanecer en el futuro tan suave como el papel y tan rígido como el metal?