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Exceso, pausa. Sobre "Juan José Gurrola: Todo está perdido"

Ensayo

Exceso, pausa. Sobre "Juan José Gurrola: Todo está perdido"

por Fabiola Talavera

En el Museo de Arte Carrillo Gil

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Tiempo de lectura

7 min

El día de la inauguración, íbamos bastante tarde. Pepe, mi novio Santiago y yo nos habíamos dispuesto a aventurarnos al museo desde un punto céntrico donde habíamos quedado de vernos para comer. El tráfico de la ciudad no cedía. Todos ya se habían ido a una cantina en Coyoacán. Al llegar, los guardias no querían dejarnos pasar, estaban cerrando. Con caras consternadas les explicamos que éramos parte de la familia y teníamos que pasar, no hubo un instante de duda. Reímos en los pasillos tras entrar. La visita continuó con naturalidad mientras un antiguo televisor con imágenes pornográficas nos daba la bienvenida.

Hablar de la exposición Todo está perdido, curada por Mauricio Marcín, en el museo Carrillo Gil, es también recordar miles de historias que he vivido en torno a Juan José Gurrola, o bien, alrededor de su legado y de las personas a las que ha impactado de manera personal y artística. Un personaje mítico, multidisciplinario, provocador y seductor. Tras haber leído miles de documentos y escuchar cientos de relatos, me gusta decir que conozco a Gurrola, a pesar de que nunca nos encontramos en vida. Aunque también sé que su universo es mucho más amplio que aquello que queda en su obra, en papel y en archivos digitales.

Vista de la exposición « Juan José Gurrola. Todo está perdido », Museo de Arte Carrillo Gil. Foto: Fabiola Talavera
Vista de la exposición « Juan José Gurrola. Todo está perdido », Museo de Arte Carrillo Gil. Foto: Fabiola Talavera

El recorrido comienza con una serie de Polaroids, retratos de sus amantes, objetos cotidianos, comidas y paisajes, muchas de ellas intervenidas con plumones y químicos que reaccionan con la película fotosensible, otras acomodadas en formas antropomórficas. Un poco más adelante, bajo una luz fluorescente azul, un oxidado pedazo de monoblock se preserva en un antiguo refrigerador. El monoblock es una pieza de automóvil que para Gurrola simbolizaba las políticas de comercio del imperialismo estadounidense, un objet trouvé del cual derivaron una serie de fotos sobre las calles de Bucareli, un poema, un performance y una instalación que presentó a inicio de los setenta en el Palacio de Bellas Artes.

Vista de la exposición « Juan José Gurrola. Todo está perdido », Museo de Arte Carrillo Gil. Foto: Fabiola Talavera
Vista de la exposición « Juan José Gurrola. Todo está perdido », Museo de Arte Carrillo Gil. Foto: Fabiola Talavera

Gurrola en realidad se había formado como arquitecto en la Universidad Nacional Autónoma de México cuando a mediados de los cincuenta se involucró con el grupo de teatro vanguardista Poesía en Voz Alta. Aunque desertó de sus estudios, su interés por el teatro lo llevó a conseguir prestigiosas becas internacionales para desarrollar arquitecturas de escenarios teatrales.

Continuando por la sala expositiva, algunos dibujos e imágenes de la maqueta del Teatro Unitario reposan sobre vitrinas. Un proyecto arquitectónico que Gurrola desarrolló con el apoyo de la Fundación Rockefeller, en el que concibió un escenario rodeado por el público con plataformas hidráulicas que generaban sesenta y dos diferentes configuraciones espaciales y variaciones verticales, las cuales aportaron diferentes perspectivas al espectáculo. De aquí en adelante, los intereses de Gurrola recorrieron múltiples disciplinas, al poco tiempo planeó happenings y participó en los actos pánicos de Alejandro Jodorowsky.

La primera vez que escuché de Gurrola fue por Robarte el arte (1972), el filme experimental que grabó junto a Arnaldo Cohen y Gelsen Gas, y que retrata el robo que realizaron en la revolucionaria Documenta 5 de Harald Szeemann, en Kassel. Santiago me la mostró; Edwarda, hija de Juan José con Rosa, actuó en su primera película, Plan Sexenal (2014). Era 2016 y tenía poco tiempo de haber llegado a la Ciudad de México para estudiar la carrera. Pronto escuché el rumor de que necesitaban a alguien que ayudara en el archivo de Gurrola. Conocí a Rosa, Rose, Rosa Vivanco, Rosa Gurrola, Newton, a rose is a rose. Como parte de nuestros primeros encuentros leí el libro de La Boîte de J. J. Gurrola (UAM, 2014) de Andrea Ferreyra, una enciclopedia sobre esta figura que tanto había impactado al arte mexicano contemporáneo. Al poco tiempo, conocí a Mauricio y a Angélica García, juntos ideamos de qué parte del archivo podría ocuparme. Sin mucho plan al principio, pero con extrema disposición, iba a casa de Rosa una o dos veces a la semana a digitalizar documentos del trabajo de Gurrola. Poco a poco, más personas se fueron involucrando y los documentos a digitalizar se orientaron a su labor en el teatro. Iniciamos una campaña de recaudación de fondos, celebramos un homenaje etílico en el Covadonga y conseguimos el apoyo del FONCA para crear una base de datos digital para consulta pública.

Vista de la exposición « Juan José Gurrola. Todo está perdido », Museo de Arte Carrillo Gil. Foto: Fabiola Talavera
Vista de la exposición « Juan José Gurrola. Todo está perdido », Museo de Arte Carrillo Gil. Foto: Fabiola Talavera

El trabajo escénico de Gurrola es extremadamente vasto, participó sobre y fuera de escena en múltiples roles desde 1957. Al recorrer la exposición, los nombres de algunas obras me evocan recuerdos de días en el archivo leyendo notas de prensa, verificando los datos a los reversos de las imágenes, limpiando el polvo, enumerando y escaneando cada papel viejo mientras tomábamos té y se contaban anécdotas de los participantes. Los buenos estragos (1970), denominada la obra más corta del mundo, con una duración de 15 segundos, consiste en un acto donde el mago Trébole trata de resolver un acertijo matemático mientras una mujer desnuda se levanta de un sillón y se ríe de él. En 2020, Pepe Romero creó Los nuevos estragos para el Festival Poesía en Voz Alta, un video-acto que bajo las mismas instrucciones, algunas otras piezas musicales y muchos desnudos, confronta las fuerzas racionales y eróticas.

Roberte, esa tarde (1975), adaptación de un texto de Pierre Klossowski, presenta una trama voyeurista de perversos juegos de placer entre dos esposos y sus invitados. Fundamentado en unas retorcidas leyes de la hospitalidad, Gurrola creó para dicha puesta en escena, que tuvo lugar en Casa del Lago, a la manera de la obra duchampiana Étant Donnés, una escenografía donde el espectador podía asomarse por una mirilla a un cuarto de 12 x 12 metros, tapizado con papel de espejos. En él, una mujer, personificada por la actriz regiomontana Fuensanta Zertuche, se relacionaba íntimamente con diferentes individuos.

Juan José Gurrola, Pasiphae (De la serie Presas de Salón), 1987. Foto: Fabiola Talavera
Juan José Gurrola, Pasiphae (De la serie Presas de Salón), 1987. Foto: Fabiola Talavera

Muchos de sus dibujos y pinturas surgieron de investigaciones de las obras que montó, tal como Pasiphae, el mito zoofílico de la mujer que se enamora de un bello toro. Como en esta, gran parte de su obra utiliza el erotismo y la pornografía como marcos teóricos para debatir la moralidad de su tiempo; una posición radical que gustaba de la agencia sexual femenina y que veía al sexo como un acto de goce que suspendía momentáneamente a la muerte inevitable.

Llama mi atención una frase del autor que se encuentra al final de una ficha junto a dos pinturas de mujeres con las piernas abiertas que con los dedos de sus uñas pintadas se tocan gozosamente, Madame Edwarda I y II. Dice: “Para serte franco, lo que yo quiero con esos acrílicos y dibujos es decirle a todos: ¡cojan!”. En otros trabajos, con un estilo gustoniano y ojos observantes, retrató escenas cotidianas de su contexto, que generaron un estilo de pintura “mexicanaza, guarra, ramplona, alburera y chanflera”, en palabras del artista.

Vista de la exposición « Juan José Gurrola. Todo está perdido », Museo de Arte Carrillo Gil. Foto: Fabiola Talavera
Vista de la exposición « Juan José Gurrola. Todo está perdido », Museo de Arte Carrillo Gil. Foto: Fabiola Talavera

Por otro lado, en Dom Art, se burla de las mercancías burguesas de la familia prototípica norteamericana: el anillo de matrimonio, los hot cakes, el Kool-Aid. Como bien apunta Marcín en el texto curatorial, Gurrola, un hombre de teatro, consciente de la mentira y de la performatividad, sabía que las formas políticas, la moral de una época, el buen gusto y la sexualidad eran finalmente valores transitorios, autoritarios y relativos.

Aunque el título de la muestra denota un fuerte nihilismo: Todo está perdido, y aunque no compartimos más que espacio y no tiempo, me parece que Gurrola era ante todo un amante de la vida. Un ejemplo de una existencia rica en experiencias y una trayectoria que caminó casi todos los caminos artísticos explorables, que se negó a caer en el encasillamiento y en los totalitarismos mentales que buscan silenciar a las almas rebeldes. Exceso, pausa, un modus operandi de periodos de absorción de vida y momentos de reflexión creativa. Exceso, pausa.

La exposición puede visitarse hasta el 03 de abril de 2022 en el Museo de Arte Carrillo Gil.

Publicado el 29 enero 2022