En la casa del cielo, tierra y serpientes: Marina Láscaris y Pablo de Laborde Lascaris
por Ana Cadena
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El jueves 6 de junio se inauguraron simultáneamente dos exposiciones en Drexel Galería. Se trata de Nido de serpientes de Pablo de Laborde Lascaris y Por cielo y tierra: La escultura que hace mundo de Marina Láscaris, resultando en un atípico dúo artístico entre madre e hijo.
La visita a la exposición es sumamente placentera, empezando por el espacio, una casa de Colinas de la Sierra Madre en San Pedro Garza García que lleva más de treinta años operando como galería. Un frondoso jardín conduce a la puerta principal; al pasarla, te recibe la genuina calidez del galerista y su equipo, seguido por un amplio salón que alberga las esculturas de Pablo, escultor mexicano con licenciatura en Fine Arts por la Falmouth University. La sala contigua resguarda la obra de la madre de Pablo. Originaria de Grecia, Marina Láscaris estudió en Heatherley School of Fine Art y en Sir John Cass School of Art, en Londres. Al completar sus estudios, emigró a México, país en donde vive y trabaja desde 1976.
Buena parte de la escultura abstracta de Marina relata la comunicación que surge entre dos partes, como es el caso de Gemelos, Conversación, Fusión II, Trono Adán y Trono Eva. Su factura es impecable, utiliza materiales y técnicas tradicionales, en este caso el bronce. Temas como naturaleza, relatos ancestrales y la relación con el otro se manifiestan en los oscuros objetos orgánicos que irradian sensualidad.
A diferencia de las piezas de Marina, la primera sala contiene objetos claros y ligeros, algunos hechos con varilla, aluminio, acero, cantera y concreto, que exploran la tensión entre lo industrial y lo “auténtico”. El factor utilitario de los elementos urbanos —como la varilla— se resignifica para crear representaciones de serpientes calculadamente retorcidas. Me llama particular atención Kiss, escultura de aluminio compuesta de dos partes:“Her” y “Him”, la cual hace eco al juego entre dos que plantea Marina.
Vista de la exposición de Pablo de Laborde Lascaris, 'Nido de serpientes', Drexel Galería. Foto: Ana Cadena
Aunque no lo vemos en esta muestra, Pablo suele inyectar gestos performáticos en muchos de sus proyectos. En esta ocasión, el elemento del cuerpo no se manifiesta de manera obvia. Sin ignorar el hecho de que la presencia del cuerpo del artista naturalmente se imprime en su obra, el ejercicio curatorial coloca a Pablo y a Marina en tándem, permitiendo al espectador acceder a una intimidad respecto a procesos familiares, intelectuales y creativos, originados desde un entorno artístico y doméstico.
Marina Láscaris, Conversación, 2019, bronce. Foto: Ana Cadena.
Al pasear por los cuartos de Drexel, no pude evitar recordar la famosa anécdota de José Ruíz Blasco, padre de Picasso, que, al ver el genio descomunal del hijo, “cuelga” sus pinceles, regalando su material pictórico a su descendiente. También pensé en Paloma y Claude, hijos del prolífico malagueño, quienes dedicaron su vida a la moda y el fotoperiodismo, respectivamente. Milton Avery y Sally Michel Avery iniciaron un legado generacional de pintores que incluye a su hija March Avery y a su nieto Sean A. Cavanaugh. Las colaboraciones entre Jaune Quick-to-see Smith y su hijo Neal Ambrose Smith también se me vienen a la mente.
Pablo de Laborde Lascaris, Stack V, 2023, aluminium. Foto: Sergio López.
La muestra, además de permitirnos apreciar la obra de ambos artistas —labor que demuestra madurez y habilidad—, nos motiva a hacernos preguntas importantes ¿La vocación artística se asimila en el hogar o se aprende en las aulas académicas? ¿Se puede mapear un código cultural entre las piezas? ¿Qué aprendemos de los objetos derivados del diálogo intergeneracional como el de Pablo y Marina?