El amor es espeluznante: entrevista a Mili Herrera
por Sofía Ortiz
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Llego a Salón Silicón para ver la expo. Conocí la obra de Mili Herrera una tarde de scroleo infinito en Instagram. Entre el caldo de memes y selfies sexis salieron unos dibujos finamente achurados y con paleta de Lisa Frank darks que llamaron mi atención inmediatamente. Toco el timbre y paso. La galería está compuesta por dos cuartos bien iluminados, pisos de madera y un zaguán convertido en sala con dos perros que toman el sol.
Mili iba tarde, lo cual me sentó muy bien. Quería mirar la obra lentamente y desde el lujo de la ignorancia para proyectarme en lo que veía. Por el trazo delicado en las fotos, no me imaginaba que una de las piezas fuera tan grande. La obra pide un ojo pausado; se siente simultánea. Me cuesta trabajo enfocarme en una sensación primordial, voy saltando de un personaje a otro, seducida por imágenes que parecen estar desapareciendo como un aliento caliente sobre un vidrio. Luego Mili me explica que parte de su proceso radica en borrar muchas de las cosas que dibuja. El apilamiento de “fantasmas del dibujo” evoca algo que insiste en su indeterminación. Sin embargo, me quedo mirando y empiezo a reconocer detalles y personajes que puedo colocar dentro de muchos mundos diferentes: lo tierno, lo grotesco, lo clínico, lo desgarrador, entre otros. Me imagino a Mili como una Dr.Frankenstein enchufando un dibujo con otro.
En medio de la sala principal, frente a la obra grande, hay una jaula de pájaro suspendida, medio deformada y con la puerta abierta. En la sala de junto, en diagonal de donde estoy parada, hay dos cuadros esquinados. Cada uno retrata una especie de núcleo primordial, un óvulo-ojo de Sauron: me miran intensamente. Entre la jaula y el núcleo siento una tensión eléctrica, como si en su intercambio se gestara toda la exposición. Mili todavía no llega, entonces le pregunto a la curadora de que va (el discurso ‘oficial’ de) la muestra. Del amor, dice.
Vista de la exposición Mili Herrera, Nervio fantasma, Salón Silicón, 2022. Foto: Angie Saiz
Llega Mili un poco apurada y sudada. Tengo menos tiempo de lo que me gustaría entonces nos metemos con poco foreplay a la obra. Empiezo con algunas preguntas nerviosas y demasiado generales, pero me sigue la corriente. Han venido muchas personas, me dice, y ha tenido conversaciones interesantes. La exposición nació de una interrogación por el amor de pareja, particularmente del duelo después de un rompimiento o una muerte, aunque devino en una exploración más general de la relación entre dos personas. Es un tema del cual todas tenemos mucho que decir. El género confesional me encanta, entre más explícito, mejor. Pienso en Shakira y Piqué, en la Miley. Corazones tiernos por doquier.
Mili Herrera. Me tocó vivir varios duelos: una relación importante que terminó y posteriormente una madrina que falleció. Con la forma de pareja quería hablar de la vida y la muerte, de la carne y los nervios. Hay un verso de un poema de Cesar Vallejo: pobrebarro pensativo, en referencia al cuerpo. Me interesa el momento en el que la carne empieza a sentir y extrañar.
Lo material en la obra de Mili se impone, algo que es difícil de lograr en dibujo. Las orillas del papel están rasgadas y rotas, hay huecos y aperturas en los dibujos detrás de los cuales se asoman otros planos. Me remite al cuerpo, a la piel, a órganos acomodados como rompecabezas tridimensionales. En algunas de las obras hay “ventanas” –cuadros insertados– que nos introducen a otros mundos. Me dice que a veces piensa en las obras como un gran teatro, hasta dibuja al público en las orillas del papel. Me conecta con la sensación de simultaneidad que sentí al llegar, como una puesta en escena en la cual todos los actos están ocurriendo al mismo tiempo.
La materialidad también se siente en el montaje. En la segunda sala hay varios dibujos pequeños fijados a la pared con alfileres torcidos. Otra de las obras está montada con vidrio por los dos lados y muestra el reverso trabajado del dibujo. La obra más grande está atravesada por una gran flecha torcida de herrería oxidada. Cuando le pregunto sobre ella, me dice que quería un elemento de peligro real. Me doy cuenta de que sí hay algo en las obras que me hace sentir insegura, no es el sentimentalismo mexicano del corazón roto terapiado en cantina, sino un hoyo pantanoso y adrenalínico. Y, sin embargo, no dejo de encontrar caritas felices y sonrisas absurdas en los personajes derretidos del teatro de Mili.
MH. Cuando empecé a pensar la expo tenía claro que el amor es espeluznante. Muchos de mis trabajos son alrededor del soft horror; el terror está implicado en todo: el amor, la política, el cuerpo, y hay honestidad en reconocerlo. La expo está en ese mundo, sin embargo, es un horror coqueto y travieso.
Vista de la exposición Mili Herrera, Nervio fantasma, Salón Silicón, 2022. Foto: Angie Saiz
MH. A medida que fui trabajando cambió mi relación con las piezas y el tema. Hay una cultura propia que se crea dentro de una relación y cuando se termina es como un apocalipsis cultural. Pero algo permanece, aunque esa persona ya no esté: un nervio fantasma. Como en la idea de la física cuántica en donde dos átomos conectados se siguen afectando, aunque estén a una gran distancia, una persona también te puede seguir modificando.
Hay personajes y gestos que aparecen una y otra vez: filamentos entre raíces y nervios, plumas, insectos y manitas borradas. La repetición crea un mundo propio: la cultura de la que habla la artista. Sin embargo, ¿qué pasa cuando esa cultura se expone al mundo? En un sentido se contamina. Mili señala las manitas que rodean varias de las figuras-parejas, estas representan el qué dirán. A veces, fuerzas extrínsecas pueden mantener juntas a dos personas que quizá no deberían estarlo. Sin embargo, las relaciones tampoco pueden existir en aislamiento, como una isla flotante en la cual los amantes son los únicos pobladores. La intimidad también se sostiene en comunidad. Conozco a la madre de mi pareja, de mi amiga, eventualmente me pasará la receta del pastel de zanahoria de la familia, mismo que prepararé para sus ánimos lastimados en un futuro. El manejo del espacio refleja la ambigüedad entre la contención y la contaminación. Los personajes y símbolos existen en un mundo oscuro, cósmico y a momentos cartesiano que colapsa ‘adentro’ y ‘afuera’ en un mismo plano.
MH. Al inicio veía esta exposición como algo fatídico. Me daba cringe exponer una ruptura a ojos de todos. Ahora la veo como algo lindo. Al final de una relación, sea de pareja, de amistad o por una muerte, necesito creer que sólo queda honrar los buenos gestos y la memoria de esa persona. Entendí las relaciones y sus rupturas como parte de un ciclo. Es una visión no sé si más madura, pero más optimista. Me di cuenta de que la obra tiene mucho que ver con el perdón, tanto hacia una misma como hacia el otro.
Me señala las plumas en el piso. No las había notado, pero ahora entiendo más la jaula suspendida en la sala. En muchas de las piezas aparecen aves flechadas o lastimadas. Mili me dice que el ave representa la libertad de vuelo, es decir, la individualidad de cada persona. La tensión entre el “equipo” que una pareja forma y la individualidad de cada quien se abate dentro de la obra. Hay momentos donde los personajes huyen unos de otros y otros donde –en la veta de Genesis P-Orridge y Lady Jaye Breyer– se fusionan.* Creo que ultimadamente la obra aboga por conservar una identidad fuera del binario, sin embargo, las parejas se mimetizan todo el tiempo. La gente me pregunta seguido si mi pareja es mi hermano. También me dicen que me parezco a mi perro. Quizá es un impulso del cerebro reptiliano para sobrevivir a partir de la constante formación de tribus.
Vista de la exposición Mili Herrera, Nervio fantasma, Salón Silicón, 2022. Foto: Sofía Ortiz
Me cuenta Mili de una muerte dentro de su familia, ocurrida durante el desarrollo de la expo, la cual la lleva a un lugar de más generosidad con la obra. A partir de esa muerte dibuja los núcleos primordiales mencionados al principio de este texto. Estos orbes son, en parte, representaciones de la naturaleza cíclica de las relaciones; llega una persona a nuestra vida, a veces se va, pero algo de ella queda en nosotras. Llega alguien más, así sucesivamente. Estos dibujos de Mili son como si viéramos nuestras relaciones desde arriba y desde muy lejos. Y en este ir y venir de nuestras relaciones, especialmente dentro del dolor de una partida, podemos aprender a valorar lo que importa.
MH. Hay una forma muy occidental y destructiva de aproximarnos a las cosas que queremos entender, por ejemplo, si queremos conocer más al ornitorrinco, vamos a matarlo y asomarnos a su panza para ver qué hay adentro. Me quería meter en esa perspectiva de mirar hacia adentro, pero desde otro lado que no fuera la incisión. Hay culturas cuyas medicinas sanan a partir del cuidado, de sobar y rodear a una persona, sanan sobre todo a partir del amor y del amor propio. Cuando he llegado a sentirme muerta es porque no puedo dedicarle tiempo amoroso a las cosas. Todo está vivo, puede dar y recibir afecto si nos damos el espacio. Hay que hablar con las piedras. Hay que hablar con todo.