La presencia de Damián Ortega en Monterrey es importante no sólo por la calidad de la obra, sino porque se trata de la primera retrospectiva del artista en las Américas. Con la curaduría de José Esparza Chong Cuy, Damián Ortega: Pico y elote se inauguró el 29 de agosto de 2023 en el Museo MARCO abarcando treinta años de escultura, video, instalación, textil y fotografía, así como un espacio dedicado a Alias, proyecto editorial del artista.
El 10 de noviembre del mismo año, en las instalaciones del Centro de Investigación, Innovación y Desarrollo de las Artes (CEIIDA), Guillermo Santamarina presentó Mil Hilos: Manifiesto en contra de las imposiciones tediosas, libro que surge de un roadtrip de seis días con el curador Mauricio Marcin, publicado por la editorial del mismo Damián Ortega. El texto, al beat de listas en Spotify, aporta una variedad de anécdotas de una vida dedicada al arte, la cultura, las instituciones públicas y, ¿por qué no?, las fiestas.
Además de una copia del libro con dedicatoria, lo que conservo de la presentación de Santamarina es algo que me hizo mucho sentido. Si mi memoria no falla, las palabras pronunciadas al final fueron algo así como “reservemos el derecho a no tomarnos tan en serio”, postulado que indudablemente hace eco con los orígenes de la producción de Damián Ortega, así como con el sentido del humor que caracteriza su trabajo.
Con eso en mente, intentaré compartir algunas observaciones en plan desenfadado, en formato de breves anotaciones, como si se tratase de un roadtrip o un caminar accidental por el museo. Espero que este ensamblaje de ideas sueltas sirva para seguir la conversación respecto a la exposición de Ortega.
Monos y Máscaras
Me encuentro al inicio del recorrido y me dejo asombrar por el cuerpo de obra. En una pared cuelgan once máscaras urbano-primitivistas, sus miradas estáticas clavadas sobre zapatos y guantes hechos minuciosamente con bolsa de cemento (Segunda piel y Self Made Shoes). Más al fondo me encuentro con varias telas bordadas a mano, las horas de trabajo invertidas por el artista están cronometradas con precisión (One hour. Five minute intervals). Difícil pasar por alto Módulo de construcción de tortillas, delicada escultura elaborada no sólo por el artista, sino por los que trabajan en la tortillería del barrio.
Sigo caminando y como si de golpe perteneciera a otra especie, me esfuerzo por recalibrar la mirada. Parada frente a ADN Monkey Sticks (Brochetas de mono), cuyos palos manipulados por chimpancés cuelgan en espiral al centro de una vitrina, más mueble victoriano que dispositivo de exhibición, siento como si de pronto entendiera algo. Salté de la herramienta a la idea. Así pasa con el arte conceptual, su lectura implica cierto esfuerzo mental y, en el mejor de los casos, un poco de sentido del humor.
Vista de la exposición ‘Damián Ortega: Pico y elote’. Cortesía MARCO
Diagrama de un vocho que trasciende su función
Me detengo al acercarme a la sala de Cosmic Thing para que un manojo de visitantes termine su sesión de selfies con el auto del pueblo. Indudablemente es una pieza espectacular, no sólo por su celebridad en redes sociales y revistas especializadas, sino porque, como todo buen protagonista, la pieza (o mejor dicho, las piezas) domina el espacio sin esfuerzo, ocultando dificultades de montaje. Por alguna razón, su gigantez y ligereza me conducen a un recuerdo de mi infancia en el cual estoy estudiando el diagrama de un coche, sus partes limpias se desarticulan para una precisa comprensión de su mecánica.
Lentamente hago una vuelta completa alrededor del Volkswagen como si yo también perteneciera a los engranajes y caigo en la cuenta que ya no se trata de un auto. Obviamente es un símbolo. Para un artista no hay diagrama que pueda esclarecer su quehacer. Las cosas se van descubriendo de manera accidentada. En algún momento sucedió un big bang en la vida de Ortega para que hoy miles de miradas graviten hacia sus piezas estelares. La iniciación está bien documentada. Pienso en Autoescuela*1, maravilloso texto de María Minera que detalla lo que llegó a significar el taller de los viernes para la formación no sólo de Ortega sino de Jerónimo López (mejor conocido como Dr. Lakra), Abraham Cruzvillegas, Gabriel Kuri y, por supuesto, Gabriel Orozco.
Nadie controla el universo (los miércoles y los domingos)
Intenté colocarme al centro del universo pero fue en vano. Tan pronto como me acerqué a Controller of the Universe, llegó un guardia de seguridad con la negativa. Fue inútil mi choro sobre la naturaleza de la pieza ya que en realidad se trataba de una política institucional. Me informaron que los miércoles y los domingos son gratuitos, por lo tanto, la cantidad del público varía, lo que significa que el riesgo de daño a la obra es demasiado alto.
Me resigno en una esquina y me pongo a imaginar a Ortega caminando por un mercado de Berlín en búsqueda de herramientas como si se tratase del callejón del arte en el Barrio Antiguo, su ojo entrenado y su mano decisiva seleccionando la materia prima de su universo. Azadones, picos, palas, hachas, llaves, serruchos, tijeras, mazos, martillos, desarmadores, llanas, niveles y pinzas, colección de triques que, acomodados de cierta forma, mágicamente brincan de lo banal a lo sagrado.
Vista de la exposición ‘Damián Ortega: Pico y elote’. Cortesía MARCO
Hielo seco para una arquitectura a la inversa
A medida que avanzo, me encuentro con una especie de iglú, pero no puede ser cosa más lejana. Paisaje 2 es un cubo de unicel inspirado en las casas de los pueblos trogloditas. Para darnos una mejor idea, sólo hay que recordar La guerra de las galaxias: Episodio IV - una nueva esperanza, muchas de sus escenas filmadas en el desierto de Tunisia. Las construcciones originales son resultado de un esfuerzo arquitectónico a la inversa, en donde el espacio se consigue tallando a mano para agujerear tierra y roca.
En el caso de Paisaje 2 se talla el unicel, aislante térmico que simula la tierra en su capacidad de mantener una temperatura idónea. Para los ancestros esa temperatura era de 17ºC durante todo el año, facilitando la preservación del cultivo. Igual de importante es la capacidad de camuflaje que brinda dicha arquitectura. Durante las guerras Púnicas, los pueblos eludían a los romanos al vivir prácticamente dentro de la tierra, desapareciendo en el horizonte con facilidad. Lo mismo ocurre en Tatooine y el Owens Farm de los tíos de Luke Skywalker, que eventualmente son detectados y asesinados por las tropas imperiales.
Regreso al presente y admiro la blancura del unicel combinado perfectamente con el cubo blanco del museo. Aunque no es camuflaje en el sentido más literal, qué bien se integra al espacio de exhibición.
Vista de la exposición ‘Damián Ortega: Pico y elote’. Cortesía MARCO
El libro escultura
Llego al final del camino. Después de la monumentalidad de Il Uovo, así como de la serialidad de los transformers de plástico, me detengo en el pequeño espacio dedicado a la Editorial Alias y respiro. A primera vista se siente como una especie de típico gift shop a la salida del museo, pero en realidad se trata de otra obra. El pequeño espacio tapizado de libros, con su mesa y sillas esperando a que uno se deje caer, invita a la lectura de textos escritos por artistas y obras literarias que previamente no habían sido traducidos al habla hispana.
Me encuentro, por coincidencia, con un amigo. ¡Un ex alumno, además! Aunque de alumno ya no tiene nada, me hace pensar en un Damián Ortega adolescente, abandonando la preparatoria para adentrarse en su propio proyecto pedagógico. La importancia del Taller de los viernes y la cantidad de autores a los que fue expuesto en aquella época hace evidente que la editorial Alias busca regresar el favor. “Para Alias, el libro es una suerte de escultura pública que se propaga viralmente, ocupando espacios colectivos y privados de forma orgánica y mutante. El libro escultura*2”.
Vista de la exposición ‘Damián Ortega: Pico y elote’. Photography by Ana Cadena Payton
Cierro este texto, que no se toma muy en serio, con una invitación a visitar Pico y elote, siempre y cuando después de los selfies no olviden sentarse un momento a hojear las páginas que esperan al final. Después se toman un café, o mejor una cerveza, y discuten lo visto y leído con los amigos. Hagan que crezca el libro escultura porque de otra manera, ¿qué sentido tiene todo esto?
*1: María Minera es crítica de arte. Su texto Autoescuela relata lo acontecido en torno al Taller de los viernes. Se puede descargar en la página de kurimanzutto