Jerónimo Rüedi pinta, vive y trabaja en la Ciudad de México. Su estudio se encuentra dentro de Fuego, un artist-run space que dirige junto con Ana Segovia y Allan Villavicencio. El artista preparó para la galería Colector, en San Pedro Garza García, N.L., la muestra Al principio el mundo era completamente real, donde presenta sus lienzos más recientes dentro de un espacio ideado para la ocasión.
A Rüedi no le es lo suficientemente apropiado hablar de las cosas sólo mediante las palabras, también le es importante presentarlas con (o como) un gesto para que a partir de ello se abran conversaciones y cuestiones. Busca llegar a nada para llegar a todo; llegar al gesto sin significado para descubrir la infinidad de cosas en las que esa nada se puede convertir. Jerónimo trunca el gesto del dibujo o garabato en el momento en que empieza a reconocer cierta representación: generando un diálogo o cuestionamiento sobre lo que se tiene que decir más allá del sentido convencional que un sistema de lenguaje o social le da a las cosas.
Aunque hay algunas piezas chicas que parecen ser completamente azules, en su mayoría, las piezas tienen un fondo claro. Este tono claro, blanco o beige es un reflejo de pureza, vacío y silencio donde pueden suceder cosas completamente reales.
Las piezas están montadas sobre una pared que parece ser de un mismo color neutro, pero que realmente es el efecto de 16 diferentes tonos degradados sutilmente del blanco al beige. Con este efecto, Jerónimo busca contrastar el color de cada pieza con el color sobre el cual están montadas, de tal manera que las piezas blancas están puestas sobre beige y las piezas hueso sobre blanco.
Se pueden ver gestos que parecen no estar pero que sí están, tanto en tonos de color que son casi imperceptibles como en capas que van tapando trazos que se fueron quedando atrás conforme se sumaron más veladuras de blanco.
La exposición es el resultado de procesos de introspección, de una práctica constante que da lugar al espacio y al silencio para que se escuchen las cosas.
Jerónimo Rüedi, vista de la exposición "Al principio el mundo era completamente real", en Colector, San Pedro Garza García, 2020. Foto: Gloria CárdenasJerónimo Rüedi, Intentos (detalle), 2020, acrílico sobre tela, 200 x 170 cm. Foto: Gloria Cárdenas
Gloria Cárdenas: ¿Cómo llegaste al punto de poder detectar el momento justo antes de que tus dibujos empiecen a representar algo? No debe ser fácil.
Jerónimo Rüedi: Parece muy fácil pero no, sobre todo la parte técnica. Me gusta esa dicotomía entre un gesto muy primitivo e inmediato y un trabajo de meses para llegar a esta superficie cromática. Llevo pintando casi veinte años y esta es la expo que más tiempo me ha llevado en la vida. Venía de algo muy colorido y llevo unos cuatro años en un proceso de deconstrucción en el cual he ido poco a poco quitando ciertos elementos a mi pintura. Primero empecé a quitar colores, a restringir la paleta y luego compositivamente empecé a quitar lo que sobraba (lo decorativo o los vicios adquiridos por el oficio). El empezar a preguntarme esto me llevó el año pasado a piezas casi totalmente blancas.
Por un momento, pensé que a lo mejor este ya era el fin, o que quizá ya no podía hacer más pintura. Había llegado a unos lienzos grandes que eran todos blancos con gestos negros muy mínimos. Pero entonces me di cuenta que dentro de ese blanco había muchísimos niveles de sutileza donde puedes empezar a usar los sentidos, es donde comenzaron a salir esos matices. Empecé a estar muy presente en la relación con la pieza. Ahora siento que podría seguir haciendo este tipo de cosas hasta que me muera. Lo que parecía un callejón sin salida, al final se abrió como un abanico de posibilidades gigante.
Jerónimo Rüedi, Existence and its Contrary, 2020, acrílico sobre tela, 55 x 45 cm. Foto: Marco Treviño. Cortesía de Colector y del artista
GC: ¿Cuánto te tardaste en hacer estas piezas?
JR: Para esta expo, casi un año. Lo que me llevó mucho tiempo fue encontrar la superficie adecuada. Fueron meses de ir al taller y pasar ocho o diez horas por día trabajando la superficie. Todo era blanco. No había gesto, no había color. Me la pasé puliendo, probando distintos materiales y distintos tipos de blanco que no funcionaban. Terminé tirando muchos lienzos porque la textura no era perfecta.
Hay una cuestión de la que intento no hablar mucho por no caer en el cliché, pero es importante mencionarla. Yo medito cada día. Antes de empezar estas piezas fui a un retiro de silencio en el que estuve diez días solo haciendo meditación. Nunca hubiera logrado el trabajo de esta serie sin esa práctica de silencio con la que seguramente logré la paciencia para estar seis meses buscando que funcionara el material antes de hacer alguna marca.
GC: Pero no quieres que la gente relacione tus piezas con la meditación.
JR: No, el yoga y la meditación están ligados a ciertos clichés o conceptos culturales de occidente de los cuales no me siento parte. Además, al final tampoco es sobre eso. Mi idea es que sean sobre absolutamente todo y nada a la vez. Si quieres revelar de alguna manera el infinito y el todo, tienes que ir a algo muy particular y al final no revelar nada porque los opuestos se acaban tocando.
Para representar todo, busco que no llegue a representar nada. Tiene que ver con la imposibilidad de comunicarse mediante el lenguaje. Es una fijación que está en mi trabajo editorial y de pintura. El lenguaje funciona como un bastón donde nos apoyamos para poder comunicar, pero a la vez es una jaula que nos construimos, que no te deja ver más allá. Confiamos demasiado en él.
El querer que no se entienda lo que es, no es un capricho; es porque creo que hay una realidad más allá del lenguaje que solo se puede percibir cuando vas más allá de la representación, la textualidad o de cualquier cosa que sea racional.
GC: ¿Qué me puedes contar de las piezas azules?
JR: Las piezas azules están aquí porque quería unos contrapuntos. Quería que la exposición fuera muy monocromática. Al final, los colores acabaron tirando al azul porque creo que es el color más neutro de todos (sin caer en el negro). Estas piezas tienen el mismo tipo de técnica, son muchas capas de veladuras, solo varía el pigmento a azul ultramar. Sirven como el negativo de las otras para que cuando entres al espacio haya un cierto punto de atención fuerte. De lejos se perciben casi como un agujero en medio del muro.
Jerónimo Rüedi, vista de la exposición "Al principio el mundo era completamente real", en Colector, San Pedro Garza García, 2020. Foto: Marco Treviño. Cortesía de Colector y del artista
GC: Cuéntame sobre el título de la exposición, ¿de dónde viene "Al principio el mundo era completamente real"?
JR. Inicialmente el título era una frase mucho más larga que Kit Schluter y yo decidimos cortar. Es un fragmento que tomé de un libro de Antonin Artaud (Viaje al país de los Tarahumaras) en el que explica cómo son las ceremonias del peyote, lo que es estar ahí y volver a lo que llamamos “el mundo real”. La frase decía que al principio el mundo era completamente real y termina diciendo que ver las cosas es ver lo infinito. Tiene mucho que ver con la meditación, con buscar esa cosa que está más allá de la “jaula” que nos construimos. En una ocasión experimenté un estado de consciencia en el que percibí el mundo fuera del lenguaje, sin estar asimilándolo intelectualmente. No tiene ni sentido hablar de esto porque este tipo de experiencias va más allá de lo que el lenguaje puede explicar. Precisamente de esto va la expo, la obra remite un poco a ese principio esencial sin lenguaje, a la percepción absoluta de la realidad.
La exposición estará abierta hasta el 30 de octubre del 2020.
Foto de portada: Jerónimo Rüedi en su taller, Ciudad de México. Foto: Iris Humm. Cortesía del artista