Beata viscera. Sobre Venus Atómica de Nicole Chaput
por Mariel Vela
En Karen Huber
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[...] en el silencio de la noche hago de mi carne verde, fresca una alfombra mágica y te llevo sobre mí como alimento primario. La Reina agita sus alas sobre la colonia y es comida por Dios. Verónica Fisher
La Reina se ha abierto. Sostiene su contenedor nacarado con ambos pies, la pelvis bordada de alguna piel desconocida; te dice ven con uno de sus dedos. Es la Venus Atómica (2021), del mismo nombre que la primera exposición individual de Nicole Chaput en la galería Karen Huber. El espacio donde se hallan el resto de las venerinas es estrecho, una nave azul bígaro con un suelo plateado, surcado con marcas de tacones desde que se inauguró el 3 de noviembre, como una pista de patinaje. Formas extrañas se reflejan en la superficie de este “templo místico, espacio clínico, gravedad cero glamurosa”.*1
A finales del siglo XVIII, Clemente Susini creó las primeras Venus Anatómicas para escuelas de medicina. Los órganos tallados se descubrían debajo de cada capa de laca y resina mientras la venerina yacía con sus perlas, su organza y su seda, los ojos de cristal entreabiertos como recién muerta. Eternamente embarazadas y en éxtasis, tenían la cabeza echada hacia atrás como las santas. Las muñecas de Chaput flotan sobre el muro y son anatómicamente incorrectas; a veces tienen costillares en los muslos, múltiples piernas con tendones enredados u orificios que separan el cuerpo en mitades irregulares. ¿Un reclamo al derecho a la descomposición? Son carnes del más allá que han vuelto, malditas y remendadas.
“Cuando estas criaturas nacieron no era posible saber quiénes eran ni de dónde provenían”, escribe Roselin Rodríguez. Ha pasado un tiempo desde su llegada y ahora tienen la edad particular de su deseo. El Fósil de una señorita (2021) es muy jóven y llora como las Dolorosas, tiene un par de trenzas que se transfiguran en piernas y el vientre hinchado como un sol. Se encuentra al fondo del espacio, en correspondencia con la Insoportablemente bella (2021) quien la mira de vuelta. Ella es azulada y sus piernas están repletas de venas que se asemejan a corales. En vez de un esternón, tiene cuatro perlas de agua dulce y donde debiera estar su corazón, gira una rueca de huesos.
Los amarillos de Nicole se asemejan al oro sucio y al latex desgastado. Coincido con que el giallo*2es el color más terrible o quizás es el verde que utiliza una y otra vez. Un verde casi lima, del color de la sangre de Freddy Krueger.
La pintura Intestine Mermaid (2021) muestra a una mujer plegada sobre una sola pierna. La sinuosidad de su pose expresa la silueta añorada de intestinos ceñidos y victorianos. Primero debe de haber una anulación de las funciones anatómicas para comenzar a adentrarse en el delirio de las formas. La sirena dialoga con la pieza titulada El Divorcio de mis piernas, en la que aparece una mujer de perfil. Tiene pelo verde en lo cóncavo del cuerpo y de entre sus piernas sale una cola larga de lana, seda y satén, aunque no sabemos si ésta le ha crecido o si es algún accesorio. En la Edad Media, comenzaron a haber representaciones de María Magdalena con el cuerpo cubierto de un oscuro pelaje después de haber decidido vivir una vida ascética y solitaria en el desierto.
Nicole Chaput, Intestine Mermaid. Foto: Ramiro Chaves, cortesía de la artista y la Galería Karen Huber.
Hay una mística en el trabajo de Nicole pero también hay franqueza, ¿qué haces cuando nadie te mira? Usas las cuentas en forma de mariposa de las pulseras de tu infancia, esmalte de uñas para pintarle los dedos a tus muñecas, gateas con cuatro patas, te crecen pelos por todo el cuerpo.
Nicole Chaput, Venus Atómica. Foto: Beka Peralta, cortesía de la artista y la galería Karen Huber.