Bea Millón. Y los cántaros, cantan: una reflexión sobre vivir en y del territorio
por Marisol Noble
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La práctica de Bea Millón (1992) acompaña a poblaciones y comunidades que viven conflictos territoriales. Sus proyectos hacen una crítica a los modelos de desarrollo que han llevado a la crisis ecológica con enfoque en conflictos socioambientales. Su trabajo reflexiona sobre las relaciones que los humanos tenemos con el territorio y cómo estas repercuten directamente sobre nuestros cuerpos.
La reciente exposición en Salón Silicón es el resultado de un proyecto que conjunta dos vertientes recurrentes en la obra de la artista. Por un lado, la idea de que sus obras siempre parten del daño, del dolor o la herida: Y los cántaros, cantan tiene su origen en su propio duelo, una manera de sanar a través del sonido y al mismo tiempo un esfuerzo por materializar un recuerdo sonoro, pues su producción siempre concreta las ideas en objetos al venir de una formación escultórica.
Por otro lado, Millón reside en la Ciudad de México desde hace siete años. No sólo siente que habita en este territorio, sino que reconoce que vive de él, por lo que este proyecto también funcionó como un ritual para retribuir a este lugar en agradecimiento por los beneficios que ha obtenido.
A partir de esto y con la idea de establecer diálogos con el paisaje, desde 2020, la artista se propuso recorrer los cuerpos de agua que rodean y atraviesan la Ciudad de México. Comenzó a caminar por Viaducto Piedad, el primer río que, con las propuestas de urbanización en la década de los cuarenta, se entubó para convertirse en vialidad. Incluso para los que nacimos y crecimos aquí es difícil imaginar que hace poco más de 500 años la Cuenca de México era un vasto sistema lacustre.
Como parte de su habitar en la ciudad, Bea Millón recorrió estos cuerpos de agua heridos, contaminados, entubados, maltratados; siguió sus cauces y reconoció en ellos rastros de despojo, violencia, corrupción y muerte. ¿Cómo es que un recurso vital purificador puede verse tan corrompido, tan putrefacto, tan cercano a la muerte? Qué valentía y responsabilidad el ir a rastrear las maneras en que su estancia en el territorio afecta, pues finalmente todos los habitantes de esta ciudad somos parte del ciclo del agua y contribuimos de maneras que ignoramos a descomponer estos cuerpos.
En esta exposición la artista presentó varios cántaros, cada uno hecho con una combinación de barro y algo de lodo que recogió de los cuerpos de agua que visitó: el humedal de Tláhuac, el río de los Remedios, el río Magdalena y el lago de Xochimilco. Colaboró con Nahum Landaverde Cruz, un músico y ceramista especialista en crear instrumentos de barro de tradición indígena, para producir estas vasijas-silbatos en el taller Tlapitzalli, al sur de la ciudad y con Ehécatl Emiliano Morales Valdemar, con quien hizo las derivas y las tomas fotográficas.
Vista de la exposición ‘Y los cántaros, cantan’ de Bea Millón. Cortesía de Salón Silicón
Después, Millón llevó a cabo un ritual en el cual activó estos instrumentos de barro frente a las extensiones de agua. Algunas de estas vasijas-silbatos funcionan con líquido, el cual tomó del mismo río en el que estaba presente, otras las hizo sonar con su propio aliento. Así, propone relacionarnos con estos acuíferos a través del sonido. Nos anima a llamar al cauce que sigue su curso en nosotros, a confluir y reverberar desde nuestros cuerpos y alientos. La artista le toca a los cuerpos de agua para honrarlos con esos armoniosos sonidos. Tampoco es en vano que sean cántaros los que le canten al agua, pues estos recipientes la guardan, la conservan y la transportan, funcionan como un símbolo del cuidado que este recurso necesita.
Vista de la exposición ‘Y los cántaros, cantan’ de Bea Millón. Cortesía de Salón Silicón
Finalmente, para evitar la distancia del espectador con las piezas y suprimir esta condición intocable que regularmente tienen los objetos exhibidos, la artista preparó para la inauguración, con el apoyo de Salón Silicón, Piaka Roela, Todxs lxs anteriores y Jaime Lobato Cardoso, una improvisación sonora en la que invitó al público a tomar los cántaros y acompañar al grupo. Bea y Jaime iniciaron colocándose cara a cara, ella activaba un silbato con su aliento y él, sin instrumento, imitaba el sonido con la boca; después, cada uno tomó asiento y se dispuso a tocar.
Se pudo apreciar entonces el aspecto musical de la obra de Bea. Se combinaban los instrumentos de barro que el grupo tocaba y los sonidos que reverberaban en las consolas con ritmos electrónicos. A esta orquesta se le unió el canto de los grillos, el ruido de la gente, el movimiento de la calle, el ajetreo de la ciudad, entonces pensé en si lloviera y el sonido de las gotas al caer, el de un chorro que se resbala, el de la tranquilidad de un lago, el de los ríos cuando corren: ¿se escuchará la diferencia entre un río libre y uno entubado?, ¿cómo se oirá el río Magdalena que carga con tantos desechos?, ¿cuáles serán los ruidos de un canal de Xochimilco que se está secando?, ¿se escuchará como llora el río de los Remedios?
El sábado 23 de septiembre a las 19:00h. en Salón Silicón se presenta el performance de Bea Millón, Un mar y trece ríos.