Once artistas se presentan en Rat Attack como parte del fin de curso de la generación 2020 del Programa Educativo SOMA. Cada uno ofrece un episodio diferente dentro de la exposición, donde algunos de los cuestionamientos que los unen son los procesos de producción de objetos y su historia, la transformación del paisaje y el valor del arte mismo. La generación está integrada por Perla Ramos, Ángela Ferrari, Clemente Castor, Israel Urmeer, Josué Mejía, Marek Wolfryd, Martin Bernstein, Oswaldo Aranda, Samuel Nicolle, Valentina Guerrero y Wendy Cabrera Rubio.
Dos representaciones emblemáticas componen el imaginario de la muestra. La primera es la figura del Rey Rata, agrupación de ratas que se mantiene unida por un nudo de suciedad endurecido que se forma en sus largas colas. Aunque el desplazamiento puede volverse un problema, las ratas aprenden a vivir enlazadas y a crecer juntas. En ese sentido, el Rey Rata se compone de los once artistas y se distribuye en diferentes espacios dentro de SOMA. La hoja de sala está trazada como si fuera un laberinto, en consecuencia, los espectadores nos unimos a la experiencia roedora. Las preguntas e investigaciones de cada artista son diversas, sin embargo, encuentran su punto de unión en el montaje de la exposición, la distribución de las piezas y el ejercicio de investigación como trasfondo de su obra.
Rat Attack también alude al programa televisivo de manualidades Art Attack y a su lema: «No necesitas ser un experto para ser un gran artista». Al parodiar este programa, los artistas cuestionan la figura del experto y la supuesta diferencia con el aprendiz, así como la distinción entre arte y artesanía. Esto se problematiza desde el contexto educativo que enmarca la exposición, en el que tuvo lugar un proceso de aprendizaje e intercambio entre tutores y alumnos. Inevitablemente emergen las preguntas sobre cómo se imparte la enseñanza del arte, y, más radicalmente, sobre si el acto creativo en los procesos artísticos se puede aprender o enseñar.
Urmeer nos comparte: “La forma en que habíamos experimentado este tipo de educación era en instituciones que a veces replican este tipo de programas de manualidades que vimos en la televisión, en donde aprendimos a hacer cosas en casa y que partían del supuesto de que eso te haría más creativo. Las escuelas de arte suelen hacer esto. En SOMA no es así.” Esto nos indica la necesidad de espacios formativos que continúen apostando por procesos de producción más cercanos a la investigación y a la reflexión conceptual.
Dicha reflexión se acompaña por los discursos que revisten la práctica artística y que forman parte del sistema que posiciona a determinadas obras como objetos de inversión. En ese sentido,Porfolio de inversión #1 (Cuando todo lo demás falla la persistencia te demostrará el camino), de Marek Wolfryd (México, 1989), muestra a los objetos artísticos como activos financieros y pone a discusión el papel del coleccionismo y el valor comercial de las obras de arte.
Wendy Cabrera Rubio en Rat Attack, SOMA, 2020. Imagen cortesía de SOMA
En la corriente sobre los discursos históricos del arte, situados desde discusiones políticas, se encuentra But tell me, Donald, have you ever been to Baia? de Wendy Cabrera Rubio (México, 1993), quien presenta una instalación en la que marionetas artesanales esperan el performance que las traerá a la vida, de vuelta al año 1978, para recorrer la Primera Bienal Latinoamericana de São Paulo. La pregunta por la historia política que atraviesa las piezas, compuestas de fieltro, refleja la investigación de Cabrera sobre el contexto en el que tiene lugar su propia producción artística, así como sus operaciones performáticas y didácticas.
Josué Mejía en Rat Attack, SOMA, 2020. Imagen cortesía de SOMA
La atención específica sobre la producción de los objetos comienza con Esplendor de la industria automotriz mexicana en tiempos de amistad de Josué Mejía (México, 1994). El artista rastreó un proceso que sucedió paralelamente en 1932: por un lado, la creación de un mural que empezó Diego Rivera en el Instituto de Artes de Detroit, financiado en gran parte por la empresa Ford; por otro lado, la correspondencia entre el presidente Pascual Ortiz Rubio y Edsel Ford para concretar la inauguración de la primera planta de Ford en México. Mejía explora las relaciones históricas y simbólicas que mantienen objetos aparentemente inconexos.
Martin Bernstein en Rat Attack, SOMA, 2020. Imagen cortesía de SOMA
Los procesos de producción también son cuestionados en Great - Warm - Impressively, video-escultura de Martin Bernstein (Argentina, 1986), compuesta por objetos adquiridos en el portal de ventas Alibaba e intervenidos desde China. En tres paredes se proyectan los videos que componen la intervención realizada por Vicky Zou, una representante de ventas con quien el artista mantuvo contacto. La pregunta sobre la producción capitalista forma parte de la investigación de Bernstein sobre los sistemas de explotación que importamos y reproducimos.
Oswaldo Aranda en Rat Attack, SOMA, 2020. Imagen cortesía de SOMA
SSSS de Oswaldo Aranda (México 1988) presenta una investigación sobre los objetos perdidos que recolectó durante su trabajo como agente de seguridad de pasajeros en el Aeropuerto Internacional de la ciudad de Chihuahua. El archivo narra la historia de su propio proceso de búsqueda, pero también cuestiona los espacios de la actividad artística, es decir, los ámbitos propios del hacer artístico. El artista puede ser un etnógrafo, pero también un agente de seguridad.
Samuel Nicolle en Rat Attack, SOMA, 2020. Imagen cortesía de SOMA
La reflexión sobre el objeto mismo se encuentra a cargo de Samuel Nicolle (Francia, 1992), donde los objetos-esculturas tienen un lugar protagónico. En la instalación Beaux dégats-tengo un cagadero en casa, el artista nos muestra un grupo de siete esculturas que podría dar lugar a un set televisivo. Estos objetos-esculturas se concibieron como un proceso de creación de imágenes que pueden tomar lugar en diferentes soportes materiales. Este episodio supone un punto de inflexión en la exposición que abre paso a los cuestionamientos sobre la parte sensual de los objetos y las imágenes.
Ángela Ferrari en Rat Attack, SOMA, 2020. Imagen cortesía de SOMA
El pensamiento sobre el cuerpo y lo erótico tiene lugar en la instalación textil Un paisaje, de Ángela Ferrari (Argentina, 1990), la cual cuestiona las fronteras entre lo exterior y lo interior a partir de una gran cortina que presenta un paisaje natural pintado a mano. La obra de Ferrari busca transmitir las experiencias sensoriales que se producen al interior del cuerpo, aun cuando estas sean grotescas.
Clemente Castor en Rat Attack, SOMA, 2020. Imagen cortesía de SOMA
Primavera (acelerador de imágenes) de Clemente Castor (México, 1994) nos muestra otra especie de gran cortina con un paisaje postapocalíptico, donde la naturaleza esconde entre su maleza residuos de lo que alguna vez fue una civilización. El artista presenta una video instalación de una realidad virtual en la que un ser animado nos habla en un lenguaje que todavía no comprendemos. En ambas piezas tiene lugar una transformación del horizonte que transporta al espectador a una interioridad sombría.
Israel Urmeer en Rat Attack, SOMA, 2020. Imagen cortesía de SOMA.
Un paisaje icónico se presenta en ¡POPOOP! la montaña humeante. La pieza hace alusión a la cultura pop que ha nutrido el imaginario del volcán Popocatépetl, personaje que Urmeer explora a través de su registro en distintos medios. El artista nos presenta una animación que narra la historia de la representación visual del volcán en tres momentos: el calendario, la pintura del Dr. Atl y su continua vigilancia desde una cámara que lo graba en tiempo real y lo transmite por internet.
Perla Ramos en Rat Attack, SOMA, 2020. Imagen cortesía de SOMA
Perla Ramos (México, 1985) reflexiona en #atlasdeletrasturísticas sobre la presencia de los paisajes icónicos y capitalizables. Este # gigante nos remite al proyecto fotográfico compuesto por un archivo de las letras monumentales distribuidas en distintas geografías, las cuales terminan convirtiéndose en una selfie. La instalación, al hallarse en el patio, se ve afectada por el clima y por el desgaste producto de la lluvia y el sol. Ramos también presenta una selección de tres fotografías que forman parte del atlas y que se distribuyen en distintos espacios de SOMA.
Valentina Guerrero Marín en Rat Attack, SOMA, 2020. Imagen cortesía de SOMA
En el patio también se encuentra A las plantas se les nombra por sus hojas, pieza de Valentina Guerrero Marín (Chile, 1994). La artista observa que la definición de maleza refiere a un nombre femenino que se le da a la mala hierba y a las plantas indeseables que crecen de forma silvestre. A partir de la nomenclatura, presenta una instalación que se compone, por un lado, de una ortiga llamada “mala mujer”, sembrada en el patio de SOMA, acompañada de una placa conmemorativa que la describe; por otro lado, de un cuarto en el que podemos adentrarnos, caminar y crear las grietas que fragmentan un piso de cemento blanco que recubre un suelo de espuma. Esta pieza remite a un paisaje que no es natural y que culturalmente ha ubicado a lo femenino como aquello que crece sin control, pero que adquiere su potencia transgresora en eso implacable.
Rat Attack se acompaña de un micrositio en el que se encuentran diversos materiales que ahondan en el proceso creativo de las piezas. También se complementa con los “Miércoles de SOMA”, un programa virtual que se transmite a las 20:30 desde YouTube. En conjunto, los recursos virtuales hacen explícito que la generación no necesita de materiales exuberantes y costosos para sostener su práctica, por el contrario, hacen de ella un proceso de reflexión cuyo valor primordial radica en dar cuenta de su propio desarrollo formativo. Aunque cada uno trabaja de manera individual, no debe olvidarse que en el sistema del arte forman parte de un gran Rey Rata en el cual deben aprenden a vivir enlazados y a crecer juntos.
La exposición estará abierta hasta el 17 de octubre, agenda previamente tu cita.