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Algo respira, jadea. Un avistamiento de Akira Toxqui

Ensayo

Algo respira, jadea. Un avistamiento de Akira Toxqui

por Bruno Enciso

En Archivo Colectivo

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5 min

Un breve statement firmado por los artistas Sebastián Hidalgo y Rafael Uriegas enuncia que “la aparición de Akira Toxqui implica deshacerse del yo.” ¿Quién anda ahí, entonces? Creo que escucho a una criatura respirar. La galería de Archivo Colectivo tiene una ventana que da hacia el bosque de Chapultepec. Miro los árboles y siento que me miran de vuelta, hay algo entre las hojas, algo que se mueve y que mis ojos se cansan de buscar. ¿O está detrás de mí, en el cuadro? Creo que esa criatura respira cada vez más agitada, parece que estar fuera del agua le exige un esfuerzo tremendo.

Mi jardín primitivo presenta una serie de ejercicios pictóricos que me trasladan a un ecosistema extraño. Camino lento y contemplo el paisaje. Hay mucha vegetación, nubes, cuerpos de agua y, al fondo, un volcán. Parece que esta región la habitan primordialmente primates que tienen expresiones amables y un pelaje fascinante. El río se levanta del suelo, ahí viven peces de ojos despiertos. Hay otras presencias que creo que no son animales, a algunas ni siquiera puedo encontrarles un rostro. No sé qué estación del año es y tampoco sé cuánto tardará en llegar la noche. Ningún edificio a la vista.

Akira Toxqui, Hánuman, 2019, pintura acrílica, óleo y lápiz de color sobre lino, 69 x 52 cm. Cortesía de Archivo Colectivo
Akira Toxqui, Hánuman, 2019, pintura acrílica, óleo y lápiz de color sobre lino, 69 x 52 cm. Cortesía de Archivo Colectivo

No estoy asustado pero sí muy atento. A ninguna de estas criaturas quisiera causarle un sobresalto: la mayoría parece ignorarme, estoy seguro de que varias se ocultaron en cuanto llegué. Quién sabe cuál de mis gestos les pudiera resultar amenazante. Me pregunto, ¿en dónde está Akira Toxqui? ¿qué quiere? Podría ser que todo esto sea obra suya, creada a su imagen y semejanza, aunque sospecho, más bien, que los primates le han pedido que traiga gente a visitarlos. Uno de ellos lleva una tiara y seguro disfruta que lo vean usarla, como un símbolo de poder o como un accesorio.

En la sociedad de los primates de expresión amable todos son buzos expertos. Bucean por diversión pero también para poder pescar su cena. El río ya le ha dicho a los peces que si no quieren convertirse en la cena de alguien más es mejor que aprendan a caminar. A veces, los primates crecen y alcanzan el tamaño de los árboles para recolectar la fruta más rápido. En sueños salen de sus cuerpos y se van a jugar con los espíritus del volcán. No todos creen que existan los hombres. No todos adoran al mismo ídolo.

Los cuadros en la exhibición son complejos, no sólo dibujan personajes curiosos, de alguna forma desorientan la mirada: es un territorio desconocido y no es claro dónde está el horizonte. Algunos ofrecen vistazos de ventana y otros funcionan como un microscopio. Reunir escenas figurativas y abstractas sin generar exclusivamente un ejercicio reflexivo sobre la propia pintura es interesante y difícil de sostener. Los brotes de imaginación salpican los muestrarios de obras bien resueltas y les impiden secarse. Claro, alguien tendrá que hacerse cargo de lo que germine ahí en medio.

Akira Toxqui, Vista de instalación, Jardín Primitivo, Archivo Colectivo, 2019. Cortesía de la galería
Akira Toxqui, Vista de instalación, Jardín Primitivo, Archivo Colectivo, 2019. Cortesía de la galería

Para habitar este jardín primitivo necesito prestar atención a la luz, un juego de escalas y transparencias que ocupa varios planos. Si el simio crece entonces la fruta se vuelve pequeña. Para pintar a ese animal que está junto a las flores tendría que verlo de cerca, sólo alcanzo a ver su pata. Tal vez esta presencia no muestra el rostro porque está en plena metamorfosis. ¿Cómo es que ambos peces pueden convivir en el mismo estanque? Uno de ellos es tan ligero que casi puedo ver a través de él.

La exposición es generosa con sus imágenes y potente en sus estímulos a la imaginación y a la mirada. Sin estorbarse, el dibujo y la pintura conviven en distintos soportes como el lienzo, placas de vidrio y papel. Sobre el muro hay trazos de sutiles intervenciones atravesadas por espíritus de un mundo que no es el nuestro, sin embargo, aquí también hay desolación. El impulso narrativo que encuentro en el trabajo de los dos pintores antes que ofrecer una escapatoria, insinúa una deriva: una pausa para pensar el mundo lejos del ruido de la ciudad, sin abandonarla.

Akira Toxqui, Humo, 2019, pintura acrílica, óleo y lápiz de color sobre lino, 81 x 61 cm. Cortesía de Archivo Colectivo
Akira Toxqui, Humo, 2019, pintura acrílica, óleo y lápiz de color sobre lino, 81 x 61 cm. Cortesía de Archivo Colectivo

Imaginar nuevos mundos posibles es mucho trabajo. Es interesante y provocador pensar que lo que nos queda todavía por imaginar no se dirige hacia los edificios altísimos, las luces artificiales y los colores neón, sino hacia atmósferas con nuevos soles que bañan a la flora y a la fauna con tonos apastelados. Estas criaturas me asombran y las miro con mucho respeto, pero todavía no puedo soltar mi antropocentrismo. Me pregunto si aquí nunca hubo humanos o los humanos ya han perecido; si esto es un vistazo a otro universo o es que alguien presionó el botón de reset. ¿Akira Toxqui tiene respuestas? Si le encuentro le voy a preguntar.

Akira Toxqui, Pata de mono, 2019, pintura acrílica, óleo y lápiz de color sobre lino, 100 x 75 cm. Cortesía de Archivo Colectivo
Akira Toxqui, Pata de mono, 2019, pintura acrílica, óleo y lápiz de color sobre lino, 100 x 75 cm. Cortesía de Archivo Colectivo

Publicado el 5 diciembre 2019